Magisterio de la Iglesia es la manera que tiene la Iglesia católica de expresar para referirse tanto a las funciones como a las enseñanzas impartidas por el Santo Papa y los obispos que comulgan con este.
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¿Qué es el Magisterio de la Iglesia?
Magisterio de la Iglesia, ¿qué significa? ¿qué dice la biblia? Mt 16,18 nos dice que es aquel lugar donde Dios edifique su Iglesia y los demonios no tengan acceso a ella. Y donde lo atado al cielo o al infierno permanecerán atado a ello por el resto de la eternidad.
La palabra magisterio surgió a partir de la misión que le fue encomendada a la Iglesia, es decir, “Maestra de los hombres”. La Iglesia, es por tanto, la institución responsable en cuidar, orientar y velar al pueblo de Dios.
Según el catecismo de la Iglesia Católica el Magisterio de la Iglesia se refiere a todo acto expresado de manera escrita u oral que interprete de manera auténtica la palabra de Dios.
Sin embargo, los protestantes continuamente aseguran que la Santa Biblia es la única y legítima palabra de Dios y que fuera de ella no existe ningún tipo de “inspiración divina”, ¿será esto cierto?
La Biblia fue introducida por la Iglesia Católica, y antes de esta las enseñanzas de Jesús eran impartidas de manera oral. La Biblia, ciertamente contiene la palabra de Dios aunque haya sido escrita por hombres, pues esta pretende salvar a todo aquel que desee seguir el camino trazado por Dios.
La Biblia es una revelación (y demostración) del amor de Dios para con nosotros: su pueblo. La transmisión oral acompaña y precede al evangelio.
El evangelio nos muestra la palabra de Dios y nos ofrece el camino que debemos seguir si deseamos alcanzar nuestra salvación, el perdón de nuestros pecados y disfrutar de una vida junto al padre, una vida de eternidad, gozo, gracias y alegrías.
Se dice que un Magisterio de la Iglesia considerado auténtico es aquel que interpreta la palabra de Dios pero además ha sido instruido por nuestro Señor Dios y se encuentra permanentemente bajo la gracia del espíritu Santo.
Esta responsabilidad, por supuesto, recae en la santidad y sus obispos, por ser los máximos representantes de Dios en la tierra y son quienes entregados a un cuerpo doctrinal profesan la palabra de Dios y no puede ser cuestionada o acusada de “falsa” por ninguna institución sobre la tierra.
La doctrina del magisterio de la Iglesia posee al menos 2000 años desde que se ha venido impartiendo, por tanto, lo mejor que podemos hacer es acatarla como verdad, sin contradecirle su autoridad o la palabras que según este ha expresado Dios.
Magisterio de la Iglesia, ¿cuáles son sus grados y donde podemos encontrarlos contenidos? En los cánones 750 -754 del Código de Derecho Canónico, la cual, señala que cualquier tradición transmitida de manera oral o escrita por la Iglesia debe ser acatado como “verdad”, sin embargo, el Motu Proprio Ad Tuendam Fidem decidió darle una nueva perspectiva el 18 de mayo de 1998.
Dentro del Magisterio de la Iglesia podemos identificar tres (3) grados, entre ellas, podemos destacar: La primera, la doctrina de fe divina y católica, la segunda, la doctrina planteada por el magisterio ordinario y universal, y finalmente, la doctrina definitiva.
En busca de la verdad
2 Timoteo 3: 16-17 nos expresa que toda escritura está inspirada por el mismo Dios, y sirve a los representantes de Dios en la tierra para generar hombres y mujeres cristianos desde la justicia y prepararles para las buenas obras.
Juan 21:25 nos dice que Jesús realizó tantas acciones más que desconocemos que no habrían suficientes libros en el mundo para describir y detallar cada una de ellas.
La mayoría de las enseñanzas transmitidas tanto por Jesús y continuada por sus discípulos luego de su muerte fueron realizada de manera oral, solo que se tomaron algunas de ellas y se les dio un nuevo sentido al plasmarla de manera escrita, en donde cualquier hombre, sediento de Dios puede aprender, seguir su camino y salvar su alma.
Aunque los apóstoles eran solo hombres, su palabra es considerada por la Iglesia como verdadera, pues no eran ellos quienes hablaban, sino el espíritu santo quien se manifestaba a través de ellos, y sus palabras, enseñadas de generación en generación deben ser consideradas entonces “tradición”.
El mismo san Pablo nos exhorta a seguir la palabra de Dios y de sus discípulos, y además, complementarla con la palabra escrita, es decir, lo que conocemos hoy en día como Nuevo Testamento.
2 Tesaloniencies 2:15 nos señala que debemos ser firmes y retener la doctrina sin restarle valor por venir de hombre, pues su palabra (aun escrita) proviene de Dios.
Muchas de las tradiciones orales apostólicas fueron escritas por los primeros sucesores de los apóstoles, pero por no haber sido escritas por los mismos apóstoles, la Iglesia decide entonces no incluirlas en el libro sagrado o Santa Biblia.
Algunos ejemplos de esto son: la Obra “la didaché”, escrita probablemente en Roma en los años 40-50 d.c., las cartas de Clementes a Corintios y otras iglesias, las cartas de san Ignacio de Antioquía, entre otros, que aunque no fueron discípulos de Dios fueron inspirados por San Pedro, San Pablo y San Juan y sus enseñanzas.
Pedro, custodio de la Verdad
Según Pedro: 20-21: Ambas, juntas, tanto palabra como escrituras deben ser vistas como enseñanzas del Espíritu Santo que a través de los Ministros y los padres apostólicos son suficientes y necesarios para la enseñanza de la verdadera doctrina única de Jesucristo bajo una única interpretación de la sagrada escritura.
Llevando así, un solo mensaje como universal y profesado por una única Iglesia como única institución encargada por Jesucristo para llevarnos la verdad completa y revelada por el Espíritu santo, que es el espíritu de la verdad, que guía de una forma u otra esta completa enseñanza a nuestros ministros, los cuales tienen como misión darnos a conocer el evangelio de Jesucristo.
Esto es lo que se conoce como Magisterio de la Iglesia y está conformado por el papá y los obispos en comunión con él, quienes se les ha encargado la labor de “pastorear” el rebaño de Dios.
Cada Papa es sucesor del apóstol San pedro que custodia la doctrina de la Iglesia, y cada obispo es a su vez, sucesor de los apóstoles, por lo que entonces, podemos decir que el Magisterio de la Iglesia Católica es quien puede enseñar la verdadera doctrina de las enseñanzas de Jesucristo.
El magisterio de la Iglesia es entonces la única institución capaz de afirmar y asegurar que los libros que conforman el Nuevo Testamento son legítimamente apostólicos, que por tradición eran resguardados por la Iglesia.
Nuestros hermanos entonces son los únicos capaces de dar fe de que la Biblia y solo la Biblia es la única herramienta que fundamenta la verdad y contiene las enseñanzas auténticas y genuinas del Maestro Jesús, para luego ser transmitidas y multiplicadas a través de la predicación.
Dios, decidió fundar su “Iglesia” en su apóstol San pedro, y le dio la responsabilidad de que mantuviese, preservase, interpretase y compartiese el mensaje que se le había encomendado, manteniéndola además intacta, sin intervención o suposición de ningún tipo.
Las evidencias para conocer la Verdad
De la misma forma en que confiamos en los arqueólogos para hallar una prueba de nuestros antepasados y dar fe de que existió una civilización más antigua que nosotros, la Iglesia no puede, bajo ningún concepto inventar una doctrina o adaptarla a su voluntad, ya que esta se encuentra bajo el servicio de Dios y la gracias del Espíritu santo.
¿Qué mayor prueba fidedigna que la tradición y las escrituras para demostrar que la “revelación” si existió? Lc 10, 16 nos dice que escuchar a los representantes de Dios es la tierra es como si le escuchásemos a él.
La Iglesia formada por todos los bautizados
La Iglesia es mucho más que una representación Jerárquica, todos aquellos bautizados también forman parte vital de esta gran institución, quienes junto a los obispos y demás representantes de Dios, conforman los siervos de Dios, obedientes, humildes y amorosos hacia su padre, y a su vez, formar una gran comunidad o ejército de salvación unidas por el maestro Jesús.
Si obispos y laicos están conformes y de acuerdo con doctrinas éticas y morales ofrecidas por el espíritu santo, entonces podemos estar tranquilos y confiados como ellos, en que su fe es fuerte y la tradición está basada en las revelaciones que les ofrece el mensajero de Dios, el espíritu santo desde su gracia.
Dogma
Dogma es toda aquella verdad contundente e irrefutable profesada por el magisterio de la iglesia. Normalmente, está vinculada a diversas verdades, por lo que todo el pueblo, junto a obispos y demás representantes de Dios aceptan y adoptan este hecho, doctrina o tradición como verdad.
Esta verdad puede ser afirmada como tal, si y solo si, está vinculada a otras verdades, y además, es confirmado por el Magisterio de la Iglesia como una revelación o iluminación por el mismo espíritu santo.
Algunos ejemplos de dogmas en los que cree la Iglesia católica y su pueblo son: la concepción de la virgen maría a pesar de mantener su virginidad intacta y no haber tenido contacto alguno con ningún hombre, o la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía y el vino ofrecidos por el padre a su pueblo al “comulgar”.
Los dogmas son justos y necesarios ya que ofrecen nuevas luces, nuevos caminos o nuevas perspectivas ante el camino trazado por Dios, colmándonos de seguridad y ayudándonos a fortalecer nuestra fe cuando esta tabalea, son como nuestra base, o nuestro recordatorio de que la palabra de Dios es real y que sus promesas siempre cumple.
A pesar de los problemas personales, familiares o de cualquier otra índole, el Magisterio de la Iglesia se preocupará por hallar una respuesta en Dios, y ofrecernos nuevas luces para entre todos poder vivir mejor y disfrutar de una vida plena, gozosa y alegre junto al amor y la misericordia de Dios.
¿Puede equivocarse el Magisterio?
Ante la asistencia de Dios y de su mensajero, el espíritu santo, es imposible que el Magisterio de la Iglesia cometa error alguno. No puede existir error en la transmisión del mensaje o de la fe cuando esta proviene de la máxima fuente divina, es decir, del mismísimo Dios. Esto le permite a la Iglesia dar fe de su verdad y proclamarla como verdad absoluta.
Esta certeza puede ejercerse o demostrarse a través de diversas acciones:
El Papa goza de “infalibilidad” cuando, máximo representante, maestro y pastor de sus fieles, anuncia un dogma de fe. Decimos entonces que el Papa habla ex-cáthedra.
Es también considerado “infalible” cuando el Colegio episcopal, en unión con el Papa, e integrado a los obispos, participan de lo que se conoce como un encuentro ecuménico, ya que en este encuentro, se promueve de manera carismática y respetuosa la unificación de las Iglesias como un único cuerpo, institución y representante del mensaje de Dios para su pueblo.
Cuando el Magisterio a través de la iglesia declara un nuevo dogma o verdad irrefutable. Ante tal revelación, el pueblo debe acatarlo como “verdad” y entonces el papa goza de “infabilidad” debido a tal revelación.
Cuando los obispos en comunión con el Papa, profesan enseñanzas que propicien un mejor entendimiento entre la Iglesia y sus fieles. A pesar de que las enseñanzas profesadas dentro del magisterio ordinario, no gozan de carácter “infalibles”, como fieles, debemos someternos con docilidad y absoluta obediencia ante estas enseñanzas.
El Espíritu Santo ayuda a encontrar la verdad
Jn 8,31-32 nos dice que el mantenernos fieles a la verdad de nuestro Dios nos convertirá en verdaderos discípulos de este, ya que así y solo así, conoceremos la verdad y esta verdad nos brindará libertad.
El espíritu Santo siempre está dispuesto a acompañar a los siervos de Dios, esto, ha permitido que las enseñanzas reveladas por Dios a través de su gracia a sus discípulos, y luego, al Papa y demás representantes de la Iglesia sea cada vez más claramente entendida y aceptada sin cuestionamiento alguno.
Sin embargo, Dios desea que así como sus representantes les resulta cada vez más fácil escucharle, su pueblo también le escuche y acepte sin cuestionamientos su palabra, verdades y camino, ¿de cuántas maneras más Dios debe demostrarnos que nos ama para someternos a su voluntad?
Dios desea que todos sus hijos e hijas cristianos y fieles trabajemos en no solo entender estas verdades de manera profunda, sino además, que la apliquemos a nuestra vida, la pregunta entonces sería ¿cómo hacemos esto?
Leyendo y releyendo las sagradas escrituras (evangelio) y sometiéndonos a las tradiciones, hallando en cada una de ellas las verdades que “ocultas” tras estas palabras. Preguntándonos y reflexionando sobre ¿qué mensaje quiere darnos Dios a través de sus escrituras y enseñanzas?
Decirlo, o en este caso, leerlo, resulta sencillo, aplicarlo, ponerlo en práctica es el verdadero reto que debemos afrontar. La manera más “sencilla” de lograrlo es disponer y abrir nuestro corazón. Repasar de manera más profunda todo aquello que hemos aprendido, interpretando una y otra vez hasta entender de manera amplia su mensaje.
Por ejemplo, tal vez siempre has sabido por “conocimiento general” que Dios es nuestro Padre y maría nuestra Madre, pero has analizado a fondo ¿qué implica disfrutar de padres celestiales? ¿cuán dichosos y afortunados somos por ellos? ¿de qué manera podemos demostrarles nuestro amor y agradecimiento?
A esto es lo que en realidad nos referimos a “analizar de manera profunda” lo que ya sabes. Una vez que lo logres y lo acojas en la más profundo de tu corazón, entonces tu vida habrá dado un giro de ciento ochenta grados (180º).
Otra manera que puedes lograr esto es escuchando de manera activa y consciente la palabra ofrecida por obispos y papas, pues estos son los máximos representantes de Dios en la tierra y debemos obedecerles.
Interpreta a tu manera la verdad que estos te ofrecen, pero si necesitas apoyo, sin pena comunícales tu inquietud, ellos podrán orientarte.
Revelación, escrituras, tradición, enseñanzas y magisterio, ninguna puede vivir de manera aislada, ya que quieran o no están y estarán siempre conectadas entre sí.
Es imposible no conocer a Dios y no amarle, y luego de que lo amamos, es imposible no servirle con alegría y gozo. Pidámosle entonces cada día entender mejor su doctrina, comprender mejor su mensaje y continuar sirviéndole.
Cada vez que nos descubrirnos comprendiendo mejor la doctrina de Dios, entonces entenderemos mejor lo afortunados que somos de gozar de tanto amor.
Doctrina de la Fe divina y católica
Es la doctrina revelada por Dios y ofrecida como verdad. En el cánon 750 Dios nos expresa que toda enseñanza proveniente de la Iglesia o del magisterio ordinal deberán ser acatadas como “verdades absolutas” sin cuestionarlas bajo ningún concepto.
Negar una tradición o doctrina (y además de manera consciente) es pecar de herejes, y tal acto, deberá ser castigado con la ex comunión.
Algunos ejemplos de doctrinas de fe divina y católica, y que además, están aprobados por el Magisterio Solemne existen en abundancia a lo largo de la historia de la Iglesia, entre ellas, podemos mencionar desde los dogmas cristológicos hasta los dogmas marianos o la asunción de la virgen maría que han sido aprobados de manera más reciente.
Doctrina Definitiva
Son consideradas como doctrinas definitivas aquellas enseñanzas impartidas por el mismo magisterio de la Iglesia, con carácter “infalible” para que pueda ser recibido y aceptado por sus fieles como una “verdad irrevocable”.
Una doctrina es considerada como “definitiva” por el modo, en este caso, cuando su revelación proviene de Dios o el espíritu santo.
Quien rechaza de modo porfiado e insistente, incluso, a pesar de ser amonestado una primera vez y se opone a la doctrina católica, comete delito canónico, el cual, deberá ser castigado con una pena justa que corresponda ante tal acto.
Un ejemplo de ello sería: un dogma, porque una vez anunciado, no puede ser derrocado ni por el mismísimo Papa, aunque este represente la máxima autoridad.
Otro ejemplo, serían los diversos encuentros ecuménicos, en donde participan el Papa, los obispos, principalmente y discuten y promueven la unificación de las Iglesias como una sola y bajo un mismo mensaje de Dios para su pueblo.
Nuestra fe en esta doctrina no apunta a Dios, sino más bien, en la fe de la asistencia ofrecida por el espíritu santo al magisterio de la Iglesia, y a su vez, ante la infabilidad de este y en las doctrinas que nos ofrecen.
Una doctrina impartida por el magisterio de la iglesia es considerada un acto “no definitorio” ¿qué quiere decir esto? Que dicha doctrina es impartida por el magisterio ordinario de la Iglesia, así como por los obispos y demás representantes de Dios en la tierra.
Sin embargo, es importante destacar que para que estos actos no definitorios sean aceptados como verdades deben ser reafirmadas por el sumo pontífice, o sea, por el mismo Papa, expresando que dicha enseñanza pertenece a una enseñanza contenida por el magisterio ordinario y universal de la iglesia, por tanto, debe ser considerado como una verdad divinamente revelada de la doctrina católica.
Magisterio Ordinal y Universal
Estas son aquellas doctrinas respetadas por los fieles pero que no nos exigen asumirlas como “verdades absolutas”. Podríamos decir que pueden ser tomados de modo “no definitivo”, porque no son consideradas “enseñanzas infalibles”, más nuestra fe debe estar en la fuente.
A diferencia de las doctrinas anteriores, este tipo de enseñanzas deben ser concebidas e internalizadas desde la voluntad y la necesidad de entenderle a modo personal.
Las enseñanzas provenientes del magisterio y universal nos ayudan a comprender de manera más profunda e inteligente las revelaciones de este, bien sea para mostrar las verdades de la fe, o para evitar opiniones que puedan llevar a negarlas o considerarlas erradas o imprudentes.
Un ejemplo de doctrina de fe divina y católica, y además, que está aprobado por el Magisterio ordinario sería la muerte voluntaria de uno de sus hijos.
Estas enseñanzas ofrecidas por el Magisterio auténtico y ordinario se pueden mostrar cómo “no definitivas” ya que reclaman un grado de adhesión que dependerá y variará de acuerdo a la percepción de la mente y la voluntad manifestada en ciertos documentos.
Es posible entonces ¿cometer errores en esta última categorización? La respuesta es “si”. Pese a ello, no debemos dudar continuamente de cuanta enseñanza nos sea facilitada solo por el hecho de no ser corroborada por un representante como el sumo pontífice.
Debemos confiar en la fuente y someternos entonces tal y como el sumo pontífice se somete al magisterio de la Iglesia. Dudar de estas enseñanzas resultaría tan absurdo como dudar que el sol gira alrededor de la tierra, cuando sabemos perfectamente que esto es una verdad. Quizás, no podamos comprobarlo, pero la fe de toda la humanidad nos hace creer en ello y asumirlo como “verdad”.
Dicho de otra manera, es importante reconocer la importancia que supone el magisterio de la Iglesia, así como la voluntad de transmitirnos de manera oral u escrita de forma repetitiva una doctrina.
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