Los siete sacramentos de la iglesia se dividen en sacramentos de iniciación, de curación y sacramentos de servicio a la comunidad, siendo estos últimos aquellos dedicados al servicio del pueblo de Dios.
Considerados de suma importancia para los cristianos católicos, los sacramentos se consideran una señal de que Dios está con nosotros y nos ama incondicionalmente a través de su iglesia.
Les invitamos a leer este interesante articulo sobre los sacramentos de servicio muy importantes en la vida religiosa.
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Sacramentos de servicio
Con el paso del tiempo, a medida que crecemos, son cada vez mas las situaciones donde tenemos que decidir, nos encontramos tomando decisiones casi diariamente.
Cuando aún no somos adultos, nuestros padres son quienes eligen o nos ayudan a elegir.
Paulatinamente cada persona comienza a elegir por si sola, por ejemplo, la elección de amigos, la escuela a la que asistir, la carrera a estudiar, el deporte o pasatiempo a practicar, el trabajo que haremos, etc.
¡Dios nos da preciosos dones, riquezas, cualidades y habilidades que no debemos guardar para si mismos o incluso enterrarlos bajo tierra!
Independientemente de lo que decidamos hacer, Dios nos pide que usemos esos dones lo mejor que podamos, poniéndolos también al servicio de los demás.
Al crecer y convertirnos en adultos, encontraremos muchas formas de seguir, caminos que marcarán un paso fundamental en nuestras vidas.
Los sacramentos de servicio, son dos sacramentos que determinan la vida del cristiano con una vocación particular, que guía el camino y las elecciones tanto personales como dentro de la comunidad cristiana misma.
Pero, ¿cuales son los sacramentos de servicio?. La iglesia católica nos indica que los sacramentos de servicio a la comunidad son: Orden Sacerdotal y Matrimonio.
Ordenados para la salvación de los demás y no solo la salvación personal, los sacramentos de servicio se enfocan principalmente en el servicio a otros, logrando ser salvados, a través del trabajo por el prójimo.
Los sacramentos de servicio otorgan una misión especial y puntual en la Iglesia, que permiten contribuir a edificar el pueblo de Dios.
El sacramento de las órdenes
Antes de retornar con Dios Padre, el Señor Jesús confió a sus apóstoles y cercanos la misión de continuar su labor y sus enseñanzas en el mundo, a través de la predicación de la palabra de Dios y la administración de los sacramentos.
Así, el ministerio apostólico continúa desde esas épocas hasta nuestros días en la Iglesia, gracias a los hombres a quienes el Señor llama para que le sigan de una forma particular y exclusiva para el servicio de los devotos y fieles cristianos.
Quienes responden a este llamado, se preparan por un tiempo prudencial y reciben el sacramento de las órdenes, uniéndose al grupo de sacerdotes o diáconos mediante la colocación de las manos del obispo y la oración de ordenación.
Este sacramento, incluido entre los sacramentos de servicio, implica tres grados:
- El episcopado donde se recibe las responsabilidades y atribuciones de un obispo.
- El presbiterio, que se refiere a la tercera de las órdenes sacerdotales, encargado de administrar los sacramentos, oficiar la eucaristía, evangelizar, etc.
- El diaconado, que recibe la segunda de las órdenes mayores y cuya función es asistir al sacerdote en el altar, pero no posee poder o autoridad sacramental.
Algunos sacerdotes son elegidos por el Santo Padre para la orientación y el servicio a una iglesia en una localidad en particular, estos reciben el sacramento del orden en el grado del episcopado.
«Este sacramento configura a Cristo en virtud de una gracia especial del Espíritu Santo, a fin de servir como instrumento de Cristo para su Iglesia.
Por medio de la ordenación, uno puede actuar como representantes de Cristo, Cabeza de la Iglesia, en su triple función de sacerdote, profeta y rey ” (CIC 1581).
Tal como los sacramentos del bautismo y la confirmación, los sacramentos de servicio, en este caso la ordenación se otorga una vez, es indeleble y no puede repetirse u otorgarse por un lapso de tiempo limitado.
«Como en el caso del bautismo y la confirmación, esta participación en la función de Cristo se otorga de una vez por todas.
El sacramento de las órdenes sagradas también confiere un carácter espiritual indeleble y no puede repetirse ni conferirse por un tiempo limitado “(CCC 1582).
Sin embargo, es necesario aclarar que si un individuo ya ordenado, desea ser liberado de sus funciones, esto puede ocurrir, pero el sacramento recibido aun cuando ya no sea ejercido, es una marca indeleble.
“Por supuesto, un sujeto ordenado válidamente puede ser liberado de las obligaciones y funciones relacionadas con la ordenación o puede estar prohibido ejercerlo, pero ya no puede convertirse en un laico en el sentido estricto, ya que el carácter impreso por el ordenar permanece para siempre.
La vocación y la misión recibidas el día de su ordenación lo marcan permanentemente “(CCC 1583).
Pero, ¿qué significa el termino orden? En la antigua Roma, este término designaba a un grupo de personas o cuerpos por las tareas particulares que desempeñaban.
Generalmente se conocía como orden al cuerpo de los que gobernaban cualquier área. Esto incluso se presentó en la Iglesia, estos cuerpos que dirigían pronto se establecieron.
Además del orden de obispos, sacerdotes y diáconos, existía el orden de catecúmenos, vírgenes, esposas, viudas, etc.
Eran admitidos en estos cuerpos a través de una ordenación, es decir, un rito religioso y litúrgico que consistía en una consagración, una bendición o un sacramento.
La ordenación es un sacramento reservado a los obispos, sacerdotes y diáconos, otorgando a una persona en particular un don o gracia del Espíritu Santo, que le da la autoridad de emplear o ejercer un poder que procede de Jesucristo, para el beneficio del pueblo de Dios.
El rito de la ordenación
La estructura de la celebración de este sacramento, tanto en el grado de episcopado como en el grado del sacerdocio y del diaconado, es muy similar, realmente casi idéntica.
Las ordenaciones siempre son presididas por el obispo y normalmente tienen lugar en la catedral.
Antes de la homilía o sermón de la autoridad eclesiástica, se presentan las personas que van a ser ordenadas. El rito de la orden sacerdotal ocurre después de la proclamación del Evangelio.
Cuando un obispo debe ser ordenado, el Veni Creator u otra canción dedicada al Espíritu Santo se canta luego de la proclamación del Evangelio.
Posteriormente se presenta al candidato a la ordenación, para la cual es necesario tener el mandato del Papa previamente.
Cuando se trata de la ordenación de sacerdotes y diáconos, el rito suele ser un poco más simple, generalmente los candidatos se presentan ante el Obispo y la comunidad, para que esta autoridad los elija para el servicio de la Iglesia.
En este punto de la ceremonia el sacerdote ofrece su pequeño discurso u homilía, después de un breve silencio, realiza ciertas preguntas a los candidatos sobre el nivel de compromiso y el sacramento que están por asumir.
Estas preguntas varían dependiendo del tipo de ordenación, es decir son diferentes con respecto al obispo, el presbítero y el diácono. Generalmente reflejan los compromisos que conlleva el nuevo puesto o responsabilidad que el ordenado tendrá a su cargo.
Algunas de las preguntas se refieren a la promesa de celibato que la Iglesia latina les pide a quienes desean recibir la ordenación, la promesa de obediencia al obispo y superior legítimo.
Después de que el candidato ha expresado su respuesta, se entonan las letanías de los santos y el que se está ordenando se postra en el suelo.
Después del canto de las letanías de los santos, el obispo pone sus manos sobre cada uno de los que van a ser ordenados, gesto que se considera de suma importancia, pues con él se transmite o comunica el don del Espíritu Santo para esta nueva etapa o estado de la vida.
Luego se recita la oración de ordenación. En el caso de la ordenación de un obispo, el que preside la celebración es asistido por otros dos obispos y todos deben poner sus manos sobre la cabeza del ordenado.
Entonces el obispo que preside impone el libro abierto de los Evangelios sobre la cabeza de los elegidos y recita la oración de ordenación.
En la ordenación de sacerdotes, todos los presbíteros ponen las manos sobre la cabeza de los elegidos y el obispo anuncia la oración de ordenación.
Como puede notar la imposición de manos y la oración de ordenación respectiva, son el punto central o aspecto principal del ritual de ordenación.
Después de esto, hay algunos ritos que explican o aclaran lo sucedido. En el caso del nuevo obispo, este recibe la unción del crisma en la cabeza, el libro de los Evangelios y la insignia, que la componen el anillo, la mitra, la pastoral.
Luego debe sentarse en la silla y recibe el abrazo de paz de todos los obispos que están presentes en la ordenación.
Existe una antigua tradición, donde el nuevo obispo puede presidir la celebración eucarística y después de toda la celebración, el himno cristiano Te Deum (A ti, Dios) se canta como acción de gracias a Dios.
En la ceremonia de los sacerdotes, posterior a la oración de ordenación, se prevén los siguientes ritos:
- Vestirse con ropa sacerdotal (estola y casulla)
- Unción de manos con aceite de crisma
- Entrega del pan y el vino, ofrendas del pueblo santo para el sacrificio.
Luego se realiza la Eucarística y finalmente, el abrazo de la paz a la nueva orden de sacerdotes por parte de los presbíteros como señal de bienvenida.
Para los diáconos, luego de realizar la oración, debe:
- Vestirse con la ropa diaconal
- Entrega del Evangelio
- Abrazo de la paz por parte de todos los diáconos presentes.
Los ritos de ordenación que se han mencionado brevemente, en la actualidad no son una celebración muy común y frecuente como ocurre con los otros sacramentos, siendo organizados cuando se requieren por las autoridades a quienes les compete.
Cuando se recibe esa llamada especial de Dios, quienes la sienten en su corazón, pueden recibir este sacramento, teniendo el compromiso firme de entregar su vida totalmente a Dios y por ende al servicio del prójimo.
Nuestro Señor Jesús llamó a sus discípulos y los convirtió en pescadores de hombres, en difusores y predicadores fieles de sus enseñanzas.
Fueron por el mundo bautizando, celebrando la Eucaristía, reconfortando al afligido y perdonando a aquellos que deseaban acercarse a Dios.
Quienes reciben el sacramento del orden sacerdotal, son aquellos a quienes Jesús llama hoy, para que dejen todo lo que tienen y le sigan, encargándose de su pueblo, como lo hace el buen pastor con las ovejas.
El sacramento del matrimonio
Entre los sacramentos de servicio, encontramos el matrimonio. Este se puede definir como la alianza o pacto entre un hombre y una mujer, que están unidos por el mismo amor y decididos a compartir la vida juntos.
La historia de estos acuerdo o pactos entre Dios y la humanidad, que fueron sellados por el amor de Cristo que dio su vida por nosotros, se revela clara y plenamente en este pacto.
Este sacramento santifica el enlace de un hombre y una mujer, situando este amor entre cónyuges en el corazón amoroso de Dios, que no abandona a la humanidad.
El matrimonio es un compromiso hecho ante Dios y la dignidad de este compromiso se fundamente en cuatro pilares que son sellados en el intercambio de consentimientos: libertad, fidelidad, indisolubilidad y fertilidad.
Es importante que para recibir este sacramento, cada uno de los novios debe ser consciente y totalmente libre para adquirir este compromiso.
Los cónyuges prometen lealtad, siendo esta promesa la fuente de la confianza mutua, que debe existir en el tiempo que les quede de vida.
El matrimonio de los miembros de la iglesia, de aquellos que fueron bautizados tiene un significado simbólico, pues representa el amor y la alianza de Cristo y la Iglesia.
El hombre que es el esposo, simboliza a Cristo y la mujer que será la esposa simboliza a la Iglesia, esta unión de ambos hombre- mujer es la expresión del amor de Cristo y su iglesia.
Pero es importante entender que el sacramento del matrimonio no se detiene en la celebración del mismo, sino que se extiende a todo lo que une y vive la pareja.
Es a través de la entrega que la gracia de Cristo se da a los cónyuges, siendo este sacramento una fuente de gracia.
Por medio del sacramento del matrimonio, Dios hace posible el amor de una pareja , al presentar a ambos una nueva dimensión y forma del amor, que se recibe de una fuente creativa y divina.
Al entregarse el uno al otro, por medio del intercambio de consentimientos, se da la bienvenida al regalo divino que es el mismo Espíritu de Dios.
El sacramento del matrimonio es un presente generoso que Dios hace a los cónyuges para que vivan de acuerdo con la ley del amor, cada día de su vida.
Un obsequio valioso, que tendrán que fortalecer en gran medida con la oración, frecuentando los sacramentos que también son fuentes de vida y ademas por su manera de vivir y tratar a los demás.
Los sacramentos de servicio son un regalo de Dios, que requieren de compromiso y entrega.
El matrimonio cristiano es un camino exigente, un camino de aprendizaje constante, que debemos iluminar con la luz del Espíritu Santo, para que nos ayude a dominar nuestros egoísmos, solo así aprenderemos a amar mejor y vivir en libertad.
Prepararse para el matrimonio
El matrimonio implica una libre elección, una decisión estrictamente personal.
Para realizar esta elección, es bueno que se haga sin restricciones, sin ceguera y con total sensatez.
También es necesario e importante tomarse el tiempo para discernir, para reflexionar, un tiempo para el conocimiento más profundo del otro.
En muchas oportunidades para estar seguro del compromiso a adquirir es necesario el asesoramiento y el apoyo, que para muchos pueden ser invaluables.
La Iglesia pide a las parejas, que tomen con mucha seriedad este compromiso, que se preparen seriamente para el matrimonio.
Es por eso que la preparación previa al sacramento es imprescindible, reunirse con un sacerdote o diácono y con otras parejas cristianas casadas, es una guía útil para aquellos que están por emprender este gran compromiso.
La iglesia suele ofrecer varios acompañamientos complementarios a parejas comprometidas, a través de las diferentes parroquias.
Estas ofrecen cursos que reúnen, durante varios días o noches, a toas las parejas que se están preparando para el matrimonio.
Estos tiempos de intercambio suelen ser muy apreciados por quienes participan, pues este tipo de preparación matrimonial ofrece apoyo integral para parejas comprometidas.
La experiencia muestra que para los miembros de las parejas no siempre es fácil ver con claridad.
Cuanto más invasiva es la afectividad, más se idealiza a la pareja y en muchos casos no vemos como es realmente, sino como nos gustaría que fuera.
Los sentimientos necesitan ser aclarados y para eso es importante tomar el tiempo para reconocer si están hechos el uno para el otro, si tienen intereses en comunes y si pueden construir algo juntos.
Comprometerse con alguien más, con la intención de que sea para toda la vida, es una decisión importante.
Así, la comunicación, desde los primeros momentos de la relación amorosa juega un papel esencial, por lo que el tiempo juntos es sumamente necesario. Pasar tiempo juntos para hablar, escuchar y descubrirse.
También es bueno reflexionar y realizarse ciertas preguntas relacionadas con el proyecto de vida común, tales como:
- ¿Cuáles son nuestras aspiraciones?
- ¿Cómo imaginamos nuestra vida familiar?
- ¿Que nos importa realmente?
- ¿Queremos tener hijos? ¿Cuántos hijos deseamos?
No podemos decir que tenemos la vida totalmente planificada, pues eso sería imposible, todo cambia y nosotros también. Sin embargo hay cosas que se deben plantear y acordar, pues nos permitirá establecer lo que tenemos en común, si compartimos sueños, deseos y proyectos futuros.
Es importante cuestionar nuestro amor, pues amar de verdad es amar al otro por sí mismo, es desear que sea feliz.
Esto implica decidir con libertad si realmente deseo compartir con el mi camino, si deseo incluirlo en mi vida.
Si solo me gusta o realmente tengo el deseo de amarlo. Pues el amor mas que un sentimiento también es una decisión, una elección, un “deseo de amar”.
Es por eso que se hace énfasis en una decisión y elección clara, que se tome sin restricciones, sin ceguera, sin condicionamientos y con madurez.
La Iglesia Católica pide a todos los jóvenes que tomen tiempo real, para prepararse sinceramente para el matrimonio y les ofrece su constante apoyo.
Ademas invita a los cristianos a abstenerse de las relaciones sexuales, para poder elegir libremente al otro, sin confusiones o ataduras y con mayor claridad de mente y corazón.
Quizás suene un poco rígido, pero toda esta preparación es simplemente necesaria para vivir un amor mayor.
En los casos en que ya están viviendo con una pareja, la iglesia aconseja que busquen en su vida común cualquier cosa que les impida tomar esta decisión libremente, que vivan un período de preparación antes de casarse, donde puedan tener los medios y la información necesaria para tomar una decisión acertada,
La experiencia muestra que, un matrimonio bien preparado, es como la casa que se construye sobre la roca.
No duden nunca en buscar apoyo en sus guías religiosos, pues Dios, quien es la fuente de todo amor, pone todos los medios para ayudarnos.
Recuerde que un cristiano siempre puede recurrir a Dios, para que por medio de la oración lo ilumine, sobre todo cuando decidimos recibir alguno de los sacramentos de servicio, que implican un compromiso determinante en la vida.
En la oración encontrará la paz y el valor, que necesita. La paz, para decidir libremente, el coraje y el valor, ya sea para comprometerse o para dar por terminada una relación sin futuro real, aun cuando sea agradable.
No vea en la oración una forma de complicar su decisión. Una oración le permite iluminar la conciencia y realizar la elección que mejor le convenga.
Recuerde que una pareja comprometida debe poder decirse con sinceridad: “Creo que juntos tendremos éxito” y sentirlo realmente así.
El libro de Génesis nos relata que Dios creó al hombre y a la mujer, una pareja, y puso en sus corazones el amor.
Desde el principio de los tiempos la unión de una pareja por medio del sacramento del matrimonio, es una vocación de amor y entrega.
Rito del matrimonio católico
El rito puede ofrecerse en tres formas distintas:
- Ceremonia de matrimonio con misa
- Ceremonia sin misa
- Ceremonia para matrimonios mixtos
Este se realiza en el mundo entero con la misma forma e intención, y consta de tres partes:
- Monición y escrutinio, es el momento donde los novio hacen publicas sus intenciones, afirmando su intención de unirse en total libertad y por su propia voluntad, declarando su deseo de ser fieles, tener descendencia y educarla como cristiana católica.
- Consentimiento y confirmación del consentimiento, la pareja indica que da su consentimiento para efectuar la unión y dice sus votos.
- Bendición y entrega de los anillos, el sacerdote bendice las sortijas y la pareja se las coloca, el hombre a la mujer y la mujer al hombre.
Puede que el rito presente algunas variaciones, pero eso suele ocurrir solo en las palabras que use el sacerdote para dirigirse a la pareja. El rito de los sacramentos de servicio suele ser similar en cualquier parroquia.
Los sacramentos
Son señales visibles del amor de Dios a los seres humanos, testimonios de que él nos ama a todos, con un sentimiento infinito, el amor de un Padre por sus hijos.
No podemos ver con nuestros ojos su presencia cercana, pero él quería darnos signos que pudiéramos ver y que nos permitan sentir su presencia siempre cercana en nuestra vida.
Estos signos son los que conocemos como sacramentos y fueron dejados por Jesús, quien en su vida terrenal convivió y caminó con hombres, experimentando sus alegrías y penas, viendo de cerca sus miedos y flaquezas.
Nos dejó esto signos para que pudiéramos seguir sintiendo su presencia en la tierra, incluso después de su muerte y resurrección, para cuando el se reuniera nuevamente con nuestro Padre Celestial.
Es importante entender, que por ser señales de Dios, cuando nos reunimos para recibir un sacramento, es Dios quien viene a nosotros para obsequiarnos un maravilloso y especial regalo: el Espíritu Santo.
El Espíritu a quien aprenderemos a conocer bien durante nuestro viaje y recorrido por los caminos de Dios, el que inmediatamente después de la resurrección de Jesús, fue obsequiado a los apóstoles y amigos cercanos de Jesús, para darles la fuerza y el coraje para llevar el Evangelio al mundo.
El amor de Dios se expresó en los siete sacramentos, así como se expresó en el arcoíris que se le apareció a Noé inmediatamente después del diluvio.
Los sacramentos de la iglesia se clasifican en tres grupos, el que hemos explicado inicialmente que son los sacramentos de servicio a la comunidad y otros dos grupos mas.
Los siete sacramentos se dividen en:
- Sacramentos de iniciación.
- Sacramentos de curación.
- Sacramentos de servicio a la comunidad.
Sacramentos de iniciación
Cuando recibimos estos sacramentos nos convertimos en parte de la gran familia cristiana, de la iglesia.
Ellos nos permiten conocer mejor a Jesucristo, seguir sus enseñanzas y nos otorgan la fuerza para llevar su buena noticia a quienes nos rodean. Estos sacramentos incluyen:
Bautismo
Representa el primer sacramento que recibimos, nos da la bienvenida y nos abre la puerta a todos los demás sacramentos. Por medio del bautismo la familia de Dios , la Iglesia, nos recibe en su seno.
Lo habitual es que se administra a los niños cuando estos aún son muy pequeños, siendo el padre y la madre quienes lo solicitan. Sin embargo, también puede entregarse a personas adultas que desean acercarse a Jesús y forma parte de la iglesia.
El bautismo solo se puede recibir una vez y marca una etapa importante en la vida de una persona de cualquier edad, sea niño o adulto, es una marca indeleble que no es necesario repetir.
Eucaristía o Comunión
La comunión es un sacramento que permite recibir por primera vez el cuerpo y la sangre de Cristo, representado por el pan y el vino consagrados en la misa.
Generalmente lo recibe un niño que ha cumplido con el requisito previo del bautismo y la penitencia, pero que además ha sido preparado con anterioridad.
Recordemos que Jesús dejó este sacramento a sus discípulos en la tarde del Jueves Santo durante su Última Cena:
“Mientras comían, Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió, se lo dio a sus seguidores y dijo:
-Tomen este pan y coman, este es mi cuerpo.
Luego tomó la copa y después de dar gracias se la dio a ellos, y dijo:
-Beban todos de esta copa, porque esto es mi sangre que establece el nuevo pacto, la cual es derramada para perdonar los pecados de muchos.”
La comunión es la forma en que lo recordamos y la Consagración representa el momento más importante de toda la misa.
Confirmación
Este sacramento lo conocemos como la reafirmación de nuestra fe, por medio del recibimos un regalo muy importante para cada cristiano: el Espíritu Santo.
Hemos visto que el Espíritu Santo está presente en cada sacramento, de hecho, se invoca siempre antes de celebrarlos.
Pero en este caso es particularmente importante, porque recuerda a los discípulos y a María en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu con su presencia les dio fuerza y valor.
Por medio de este sacramento el Espíritu Santo nos da la fuerza para seguir a Jesús y llevar su mensaje a los demás, haciendo nuestra participación en la vida cristiana más activa,
Sacramentos de sanación
Son aquellos sacramentos que recibimos cuando nuestro cuerpo está enfermo o hemos cometido errores. Representan la presencia y el amor de Dios que nunca nos abandona en los momentos difíciles.
Él está cerca de nosotros cuando estamos enfermos y nos sentimos impotentes, nos abraza cuando hemos errado y con sinceridad pedimos perdón. Los dos sacramentos de sanación son:
Confesión
Es el sacramento que nos permite vivir la experiencia del perdón. El señor nos invita a reflexionar y mirar dentro de nuestros corazones, para ver nuestros errores y faltas, pero además nos da la oportunidad y el deseo de volver a su camino, a sus brazos y a su amor.
A través de la figura del sacerdote nos sinceramos, abrimos nuestro corazón y contamos todo aquello que nos impide sentirnos tranquilos, nuestros errores y pecados más secretos, pidiendo perdón.
La confesión nos libera de los pecados que hemos cometido y de los que sentimos real desagrado y arrepentimiento.
Es un sacramento que podemos recibir cuando lo deseemos, cuando nos sentimos abrumados, cuando hemos cometido un error y lamentamos lo que hemos hecho.
Confesarse es pedir perdón y Dios el Padre nos abrazará nuevamente, tal como lo hizo el padre en la parábola del hijo prodigo.
Recuerde que incluso si cometemos errores y lo hacemos sufrir, Dios nunca nos deja solos, nunca nos abandona. Él siempre nos espera con los brazos abiertos , porque quiere que regresemos a Él.
Unción de los enfermos
Este sacramento consiste en ungir con aceite bendito o santos óleos a una persona, que puede estar en peligro de muerte o muy próxima a esta.
Siendo el dolor y el sufrimiento una prueba muy difícil para el ser humano, Dios nos deja una señal de que incluso en estos momentos Dios no nos abandona, el nunca deja solos a sus hijos.
El dolor puede ser físico, cuando se trata de alguna enfermedad o lesiones graves, pero también puede ser dolor espiritual, cuando a pesar de no estar enfermas, las personas sufren debido a situaciones difíciles.
Sabemos que Jesús en sus años en la tierra, estaba siempre muy cerca de los enfermos y sabemos también que muchas veces los sanó, haciendo milagros.
Jesús mismo sufrió terriblemente, al morir en la cruz por todos nosotros.
Aun cuando siempre esperamos un milagro, porque para Dios nada es imposible, con este sacramento los cristianos no pedimos un milagro, solicitamos la fuerza para soportar nuestro sufrimiento. nuestra cruz.
La unción de los enfermos es un sacramento que debe administrar un sacerdote y que puede solicitarse siempre que lo necesitemos.
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