Síntomas de las Enfermedades Espirituales y Remedios

Las Enfermedades Espirituales son todos aquellos pensamientos y acciones que nos endureciendo el corazón y alejándonos del camino de Dios, por ejemplo, ser egoístas, envidiar los bienes ajenos, dar con la intención de recibir algo a cambio, hacernos llamar “maestros espirituales”, entre otros.

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Enfermedades Espirituales

Las Enfermedades Espirituales son aquellos vicios o pecados capitales a los que es vulnerable el ser humano, haciéndonos sentir incapaces, destroza nuestros ánimos y nos van formando una coraza en el corazón, ¿las consecuencia de esto? Un debilitamiento de nuestra fe y un alejamiento del camino y el ejemplo de Dios.

De hecho, algunas personas mueren espiritualmente, aunque sigan físicamente en este plano. Ni siquiera hermanos creyentes, padres o religiosos están exentos de ello y pueden verse tentados a ceder ante estas Enfermedades Espirituales.

Quizás, hace un tiempo se realizó un chequeo médico, incluso, ha recurrido a la ayuda de profesional, un psicólogo por ejemplo, sin embargo, ninguno ha podido darle una respuesta sobre aquello que le aquieta, entonces usted se pregunta ¿qué es lo que me pasa? ¿existirá otra causa por la cual me siento enfermo?

Consideremos entonces una tercera opción, ¿podría ser un problema espiritual? ¡Probablemente sí! Debemos tener presentes que una cosa es lo físico y lo anímico, y otra muy distinta es lo espiritual. Un ejemplo de Enfermedades Espirituales podemos encontrarlo en Mateo 9:32, en donde Jesús expulsó un demonio del cuerpo de un hombre mudo y entonces, este habló.

Las Enfermedades entonces pudiesen clasificarse como: físicas y psicosomáticas. Algunas, por supuesto, son de origen orgánico (y es sumamente común), pero también, algunas enfermedades tienes su origen el alma, es decir, el alma incide en el cuerpo, de ahí el origen de su nombre: Enfermedades Espirituales.

Hay personas que sufren de migrañas, afecciones gastrointestinales, problemas cardíacos y de cualquier otra naturaleza, sin embargo, los médicos no consiguen hallar una respuesta desde el punto de vista “físico = orgánico”, es en este punto, donde podemos entonces pensar que pude más bien tratarse de algunas Enfermedades Espirituales.

El estrés, la ansiedad que nos generan los problemas también pueden ser motivo de enfermedad, pero también existen otro tipo de enfermedades, aquellas de origen demoníaco.

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El ser humano está compuesto de tres grandes elementos: cuerpo, alma y espíritu. El alma y el espíritu, a diferencia de lo que muchas personas piensan, no son sinónimos.

El Espíritu es el principio de la vida del ser humano, es, donde recibe todo lo que es la conciencia moral, que le da existencia y propósito al alma, y a su vez, el alma, es aquello que le da sentido y propósito a nuestro cuerpo.

¿Cuáles pueden ser las causas de las Enfermedades Espirituales? Veámoslo con un ejemplo. Imaginemos que nuestro cuerpo es como una computadora.

Entonces, el espíritu vendría siendo el equivalente al disco duro de una computadora. Cuando el demonio llega (como un virus) a controlar ciertas áreas del espíritu (disco duro) somatiza en algunas áreas del cuerpo y ésta, puede transformarse entonces en una enfermedad de origen espiritual.

La pregunta siguiente sería: ¿Cómo puede tener un demonio incidencia en nuestro cuerpo? Una de la mayor causa o “puerta abierta” para ello es llevar una vida pecaminosa. Personas que viven no es libertad sino en libertinaje, haciendo a diestra y siniestra y cediendo a sus deseos e instintos.

Personas con este estilo de vida, son las más expuestas a que demonios tomen el control de sus vidas. Por ejemplo, la incredulidad, es un pecado gravísimo, ya que es prácticamente llamar a Dios mentiroso, y por supuesto, no creer en él, y darle el crédito a satanás.

Las Enfermedades Espirituales afectan enormemente a sus creyentes, debilitando su fe, e impidiéndoles que puedan disfrutar de una vida en abundancia, mantener un empleo estable, o ser felices.

Lucas 7:14 nos muestra la muerte de un joven, al que Jesús le ordena ¡Levántate! Y entonces, este vuelve a la vida. Su muerte, ocasionó gran dolor a su madre, pero luego, al resucitar, la llenó del más grande gozo.

Proverbios 24:16 nos da otro ejemplo, y nos dice que a pesar de que cometamos mil errores, Dios está dispuesto a perdonarnos, incluso, cuando no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos. No dudemos de Dios, porque es misericordioso y justo, y siempre abogará por nuestro perdón.

Si a pesar de haber tenido uno o varios chequeos médicos, apoyo psicológico, entre otros y no logras obtener respuesta “científica”, entonces, arrepiéntete, pídele perdón a Dios por tus pecados y cree que la sangre de Cristo tiene poder. Cuando lo hagas, el pecado será quitado y el espíritu santo puede obrar no solo una sanidad espiritual y mental, sino también, una sanidad física.

Enfermedades del Alma

Como mencionamos anteriormente, las Enfermedades Espirituales poseen su origen el en alma, y son controladas por los mismísimos demonios, es por ello, que es justo y necesario aprender a sanarnos de ellas, para entonces poder vivir como verdaderos hijos de Dios.

Hay cristianos que mueren por Enfermedades Espirituales que le llegan y los va llevando a una muerte lenta, hay otros cristianos, que mueren por accidentes. Estos “accidentes” son trampas del demonio y ocurren por negligencia, ya que bien nos dice la palabra que debemos velar para no caer en las tentaciones del demonio (mateo 26:41; 1 Pedro 5:8 y 9).

En estos tiempos modernos, podemos ver como muchas personas están muriendo espiritualmente, mientras otras, sufren las secuelas de estas, teniendo, daños permanentes, impidiéndoles, volver a ser lo que eran.

Hay cristianos que piensan erradamente que porque oran y ayunan no tienen que velar. Jesús fue bien específico cuando nos dijo; “Orad y velad”, y si no lo hacemos estamos expuestos y vulnerables a caer en alguna de las distintas Enfermedades Espirituales.

Como cristianos, debemos mantenernos en comunión con Dios y velar, pero ¿velar a quién? Al diablo y a la carne, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne, es débil, y puede traicionarnos cuando menos nos lo esperamos.

Si en algún momento sufrimos un “accidente” porque damos rienda suelta a las tentaciones del maligno, entonces, nuestro deber como cristianos es pedirle perdón a Dios por nuestros pecados y arrepentirnos de corazón.

Los cristianos que no buscan ayuda y sanación en la palabra mueren lentamente del espíritu. No existe mejor medicina que la palabra de Dios para sanar cualquier herida, entonces, ¿por qué no buscarla cuándo la requerimos? ¿tememos acaso que Dios esté “molesto” con nosotros porque hemos pecado?

Recordemos que Dios es bondadoso, misericordioso y justo, y siempre, sin importar la circunstancia, estará dispuesto a perdonarnos.

Lamentablemente, muchos se enferman de enfermedades espirituales que se supone que “no les afecten” pero el maligno hace su trabajo y les borra la palabra de la mente. Dios nos advierte a través de la palabra de estas enfermedades para que no nos contaminemos, por ello, es importante, mantenernos en lectura constante de la palabra del Señor.

Otros, simplemente, no se atreven a decirle “no” a aquellos que los quieren contaminar, y esta, también es una manera de ceder y contagiarnos de enfermedades espirituales.

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Algunas enfermedades espirituales que causan la muerte espiritual son:

Murmuración

Esta enfermedad afecta la lengua, el oído y la vista y es sumamente contagiosa y peligrosa. Las personas contagiadas de esta enfermedad son aquellas que hablan de Raimundo y todo el mundo, su lengua se vuelve tan mortal como el veneno de una serpiente, y empiezan a ver el mundo y a percibir a otros de manera diferente.

La Santa Biblia, en Corintios 10:1-10 nos recomienda que nos cuidemos de estas y de otras enfermedades espirituales que nos causen muerte, pero ¿cómo nos cuidamos? Comiendo y bebiendo de la roca espiritual que es Dios y su palabra.

Idolatría

Hoy en día, a Idolatría es una de las enfermedades espirituales que más se ha multiplicado, y muchos, han entregado su corazón a este, es decir, al error, a la mentira. Jesús nos dijo: “Conocierais la verdad, y la verdad sobre mí”, pero si yo creo en la mentira, la mentira me esclaviza.

Sentirse Indispensable

¿Cuántas personas no actúan como si fuesen el centro del universo? Nadie, es indispensable. Como seres humanos somos simplemente hijos y siervos de Dios. No estamos para sanar, ni salvar a otros, este es un trabajo que solo Dios puede y debe hacer. Nuestro deber como seres humanos y cristianos es ser humildes, mostrarnos temerosos de Dios, seguir su ejemplo e implorar por el perdón de nuestros pecados.

La Hechicería

Hoy en día se han abierto nuevos campos a través de la hechicería y el ocultismo. Cuando una persona se involucra en ello, es porque ha sido víctima de una enfermedad de origen demoníaca, y en algunos, casos, el cuerpo llega a somatizar esta manifestación demoníaca y en vez de buscar a Dios, dicen “me voy a hacer una limpia” para supuestamente exorcizar a los demonios.

Dios, es el único que tiene el poder de liberarnos. Recordando el ejemplo de cuando Jesús exorcizó al hombre mudo y este pudo hablar nuevamente, fue acusado por los fariseos de “exorcista”, y en realidad, el exorcismo, es algo muy distinto, es una práctica esotérica diabólica.

Las personas ignorantes en materia espiritual e incrédula cometen el pecado de comparar a Dios de impostor, blasfeman cosas absurdas como “Dios no existe” y le restan mérito a sus milagros y obras comparándolo con la “brujería”.

Amargura

La amargura es un sentimiento profundo de dolor, pena o desagrado que podemos padecer como personas a raíz una circunstancia  que nos cambie la vida: la muerte de un ser querido o el sentimiento de haber fracasado en alguna actividad, causa u objetivo planteado, suelen ser algunos ejemplos claros de porque se desata este sentimiento tan bajo.

Excesiva Actividad

Sabemos que la rutina de hoy en día nos ha obligado a tener la necesidad de sentir que debemos hacer de todo y al mismo tiempo. Buscamos constantemente maneras de generar ingresos porque tenemos cuentas por pagar o familias que mantener, pero dentro de toda esta locura que pareciera no detenerse nunca y se convierte en un círculo vicioso es importante también tomarnos una pausa.

Hacer un break que nos permita dedicarle tiempo a Dios, conversar con él y pedirle que nos ilumine para lograr nuestra misión de vida sin tantas dificultades, sin sentir, que se nos va la vida en trabajar para pagar, comer y tener cosas, sino en realmente disfrutar de nuestra vida como él lo desea.

Corazón Endurecido

Podemos identificar si nuestro corazón ha endurecido cuando escuchamos la palabra de Dios y hacemos caso omiso, no nos parece importante y solo pensamos y actuamos desde el egoísmo, buscando el beneficio propio. Cuando no nos importa lo que le pase o las necesidades que puedan tener nuestros hermanos podemos estar seguros de que nuestro corazón ha endurecido.

Perder la propia historia

El maligno siempre va a buscar la manera de que olvidemos la palabra de Dios, dejemos de escucharle o interpretemos las cosas como no son. La única manera de combatir las enfermedades espirituales es volviendo a nuestra esencia, re conectándonos con Dios y escuchando (y practicando) nuevamente su palabra.

Grupos Selectos

Dentro de las enfermedades espirituales los “grupos selectos” se han convertido en una de las opciones favoritas de los que se pierden y alejan del camino de Dios. Obviamente, se sienten seducidos ante el sentimiento de “pertenecer a” y “ser importantes”. Cuando pertenecer a un grupo sea más fuerte que la necesidad de pertenecer a Dios, entonces, debemos chequearnos.

No buscar a Dios

Hacer el bien, es querer agradar a Dios y glorificarle. El camino de Dios es ser y actuar a través del amor. Ayudar a otros de manera desinteresada y no desde la necesidad de “ser vistos” o “reconocidos” por ello. Buscamos a Dios cuando somos obediente, oramos, somos amorosos y no buscamos ser soberbios o “perfectos”.

Amar si estamos bien

Orar a Dios y darle gracias cuando todo está bien es muy sencillo, pero ¿por qué no actuamos de la misma manera cuando todo va mal, cuando hay dificultades o nos sentimos abandonados por él? Esto no es una muestra genuina de nuestro amor y devoción por Dios, al contrario, es la manera más clara de demostrar que lo buscamos por interés y que decimos creer en él pero solo cuando ciertas condiciones aplican, en este caso, cuando todo es felicidad y armonía.

División entre vida y fe

Este punto se relaciona mucho con el anterior, es parte del jugar o “creer” solo cuando ciertas condiciones aplican. Es estar en los momentos buenos, pero molestarnos y hacer rabietas cuando Dios nos coloca a prueba. Si tu fe tambalea entonces realmente, no eres creyente. La fe es creer siempre, no por ratos.

Con Dios y el dinero

Que nuestro único objetivo en la vida sea únicamente acumular bienes es muestra clara de que no estamos en el camino de Dios. Peor aún es cuando buscamos obtener este dinero a través de la religión y la fe genuina de otros. Aunque no lo creas, esto solo te hará más empinado el camino.

La ira

Cuando hablamos de la ira nos referimos a la “furia”o “violencia” a la que damos rienda suelta en un momento de rabia incontrolable. Los expertos señalan que es importante poder mantener este sentimiento “controlado”, desahogándonos con actividades deportivas, recreativas o cualquier otra que nos permita regresar a nuestro ser y volver a la quietud.

La tristeza

La tristeza es una de las enfermedades espirituales más comunes, y que de hecho, es inevitable sentir en algunas ocasiones a lo largo de nuestra vida. La tristeza, aunque desde un punto de vista negativo, pueden afectar nuestra autoestima con pensamientos dolorosos como “yo me merezco esto”, “no soy suficiente para…, soy un fracaso, y muchos otros más, también, tiene una perspectiva positiva.

Por ejemplo, la película  “Intensa Mente”, vemos cómo aunque la Alegría es vital, la tristeza también lo es, porque nos permite hacer una retrospectiva y darnos cuenta de que somos afortunados a pesar de los momentos difíciles: tenemos una familia, estamos sanos, estamos vivos, tenemos comida, un techo, y mil motivos más por los cuales dar gracias a nuestro Señor Dios.

Resentimientos en los corazones de los Hijos

Muchos niños y jóvenes sufren las peores consecuencias de las discusiones de sus padres o de un divorcio. Al ser tan jóvenes y no lograr comprender siquiera sus mismos sentimientos, estos se llenan de coraje y rencores cuando piden algo y no lo obtienen.

Estos rencores que se van acumulando pueden traer consigo consecuencias muy graves como un momento de ira en la cual digan a sus padres palabras duras que realmente no quieren decir, cuadros de depresión severa, e incluso, las fantasías o la ejecución de un asesinato premeditado a sus progenitores o cualquier otra persona que le recuerde a estos y termine por perder su vida, es por ello, que debemos prestar especial atención a nuestros hijos y preguntarles ¿cómo se sienten?

Abusos Emocionales

No hay mayor herida que nos marque de por vida que un abuso emocional. En ocasiones, decimos “un golpe duele”, y es cierto, pero un golpe es algo físico y sanará en algún punto, pero una herida emocional queda por siempre. Por ejemplo, una persona que queme a un niño. Las heridas sanarán hasta parcial o completamente, más sin embargo, ese niño jamás olvidará la experiencia desagradable, el cómo se sintió o vuelve a sentirse cada vez que mira las heridas.

En realidad, esta es una de las enfermedades espirituales más comunes y en ocasiones, pareciera que fuese algo “normal”. Llamar “tonto” a un hijo, humillarlo, decirle constantemente que “no sirve para esto o aquello”, son maneras de herir también, y la violencia, solo genera más violencia, y en algunos casos, este abuso puede generar que la víctima continúe su camino como victimario, o de abusado a abusador.

El acto sexual ilícito

Cuando hablamos de actos sexuales ilícitos nos referimos a dos cosas: la prostitución y el adulterio. Ambas, corrompen nuestra alma, nos matan lentamente y dejan profundas heridas. Culpa y vergüenza para quien la ejecuta, y rabia, frustración, traición, para quien la recibe.

Un dato curioso: La palabra adulterio proviene del vocablo “adulterium”, y a su vez, de la palabra “adulterare”, la cual, puede ser traducida como “contaminar algo”, “corromperlo” o “cambiarle su esencia”.

Enfermedades espirituales de base fisiológica

Mantener un equilibrio cuerpo-mente es vital para disfrutar de una vida óptima y son las bases que constituyen la vida espiritual. Para mantener este equilibrio no existe mejor herramienta y medicina que la Santa Biblia, porque aunque no lo creamos tenemos mucho que aprender de ella.

La Biblia es considerada además de un libro sagrado, un “libro de vida”, es la más extensa y detallada guía que nos permitirá afrontar cualquier problema siguiendo el ejemplo, el camino y siendo obedientes a la palabra del Señor.

Aunque es evidente que la Biblia no fue escrita con la intención de proporcionarnos orientación en cuanto a enfermedades físicas se refiere, no podemos negar que contiene información muy útil y además exacta sobre este tema, así que no nos cerremos a mirarla y leerla con cuidado y detalle.

Un ejemplo de ello lo encontramos en el salmo 139:13-16 en donde el salmista de gracias a Dios por cada perfecto detalle pensado en la obra magnífica de su creación.

También, nos hace énfasis en la prevención y preservación de nuestra salud. Un ejemplo de ello, podemos encontrarlo en el capítulo 11 de Levítico, el cual hace referencia a la transmisión de enfermedades por mosquitos, roedores o el agua contaminada. Levítico 11:13-20 es otro ejemplo, en sus versículos, podemos encontrar una lista de animales que no debemos consumir por ser considerados por Dios como “asquerosos”.

Para nadie es un secreto que la realización de actividad física, incluir o mantener hábitos alimenticios saludables resultan vitales para gozar de buena salud, y la Biblia, también recalca la importancia de esto. 1 Timoteo 4:8 nos dice señala que la práctica de la actividad física es de hecho, una manera de demostrar nuestra devoción hacia Dios y “decirle” de alguna manera, estoy aquí para ti, sano, en esta vida y en las que venga a tu lado y en tu reino.

La Biblia es un libro que está adelantada a su tiempo, tanto en asuntos médicos como en otros temas de los cuales hemos sido testigos en estos tiempos actuales. La Biblia,  reconoce y destaca la importancia de diversos elementos psicosomáticos de algunas enfermedades, muchísimo antes de que estas fuesen aceptadas por la comunidad médica, por lo que las escrituras contenidas en esta, siguen siendo una guía para prevenir enfermedades físicas.

Es importante resaltar entonces que debemos mantener nuestros chequeos médicos preventivos, pero también acompañarlos siempre de Oración, momentos de reflexión, o la inclusión de hábitos saludables que nos permitan entonces gozar de una vida saludable y equilibrada (cuerpo-mente-alma).

Se ha determinado que la espiritualidad y una mejor calidad de vida tienen relación y es un hecho mencionado por expertos. Según Ross, la espiritualidad, el deseo ferviente de vivir y la fe en Dios pueden influenciar de manera significativa en la recuperación de una persona.

También, ha sido mencionado que cualquier camino que nos conduzca a un crecimiento espiritual y finalmente a un encuentro con Dios, permite que las personas encuentren un sentido a su vida, e incluso, puede influir de manera muy positiva en personas con enfermedades terminales, alargando su vida, o mejor dicho, mejorando la calidad de esos últimos días.

La espiritualidad, puede ser ese camino en el que muchas personas pueden empezar a comprenderse mejor, entender el valor que tienen no solo como individuos, sino dentro de la sociedad, y reducir las altas tasas de suicidio, depresiones, o ansiedades.

Enfermedades de la vida espiritual de implicación psicológica

Vida, espiritualidad y psicología, una combinación interesante de palabras. Ya hemos mencionado en diversas ocasiones que las enfermedades espirituales afectan sin duda el espíritu, pero hay un tema en el que no habíamos ahondado: la mente.

Toda enfermedad física o espiritual, tiene una connotación emocional. Vamos a verlo más gráficamente con un ejemplo. Imaginemos que hay una persona que se deja llevar constantemente por la rabia, el desespero, la angustia porque no le alcanza el dinero, hace mil cosas a la vez y rara vez se toma un tiempo para descansar, detenerse y conversar a Dios. Un escenario nada alentador ¿cierto?

Esa angustia y necesidad de querer hacerlo todo y no parar jamás en algún punto tendrá consecuencia, ¿cómo cuáles? Migrañas, bajo rendimiento en lo que hace, desgaste físico y mental importante, envejecimiento prematuro, entre otros. Estas “consecuencias” son la manera que el cuerpo nos dice “¡alto!” “no podemos seguir así”.

Ahora, otro ejemplo. El cáncer por ejemplo, puede darse en personas con grados altos de rabia, rencores acumulados a la largo de su vida, orgullo, creer que es mejor que otros… ¿por qué? Una vez más, el cuerpo somatiza en nuestro cuerpo diversas emociones.

Y esto es lo que sucede con las distintas emociones que podamos tener. Por ello, aprender a llevar una vida equilibrada, aunque no sea sencillo en estos tiempos actuales, es posible si decidimos incluir actividades que nos permitan relajarnos, conversar con Dios, conectarnos con nosotros mismos y tener momentos de claridad, que nos lleven a ese estado “zen”.

Por ejemplo, actividades como el yoga, la meditación, el mindfulness (vivir el aquí y el ahora), el tai chi, pilates, nos permitirán volver a nuestro centro, aquietar nuestros pensamientos, o tener un momento de quietud para conversar con Dios y agradecerle por todas sus bendiciones. Entonces, las palabras claves aquí son: Aquietar la mente y aprender a gestionar nuestras emociones.

Pecados Capitales

Los pecados capitales alejan al hombre de Dios y lo conducen a la muerte del espíritu. Según las enseñanzas y creencias cristianas, los pecados capitales son siete: Orgullo o soberbia, envidia / celos, avaricia, ira, lujuria, gula y pereza.

¿Qué nos dice la biblia sobre los pecados capitales?

Orgullo o Soberbia

La Biblia nos expresa claramente que Dios no le agrada el orgullo o la soberbia, pues esta es mostrarnos arrogantes, tener una actitud ante los demás de “soy el mejor”, o creer, que el mundo gira a nuestro alrededor.

Dios desea que seamos humildes y mostremos aprecio a nuestro prójimo y hermanos. No existe mayor ejemplo de humildad que la que nos dio Jesús al entregar su vida y morir en la cruz por salvarnos, así que lo que menos podemos hacer para agradecerle y glorificarle es seguir su ejemplo y mantenernos humildes a pesar de nuestros conocimiento, títulos o éxito.

Envidia / Celos

Vamos por partes. La envidia es ese sentimiento de desear lo ajeno. Y los celos, es creer que otros nos pertenecen. Donde hay envidia, hay discusiones y discordia. En ocasiones, el ver triunfar a otros es motivo para “sentirnos menos”, o querer ser tan o más “reconocidos” que esa persona, entonces empezamos a actuar de manera maliciosa y hasta sin medir las consecuencias. La envidia, sin duda forma parte de las más peligrosas enfermedades espirituales.

Por otro lado, los celos nos hacen ver cosas donde no las hay, dicho de otra manera, nos hacen perder la perspectiva y nos muestran realidades distorsionadas. Los celos, pueden darse tanto en relaciones de amistad, como románticas.

En ambos casos, la persona que siente celos busca desesperadamente querer controlar a este amigo o a su pareja, y la relación se vuelve tensa, en donde los reclamos (sin fundamento además) son el plato del día; Estos sentimientos podemos gestionarlos mejor cuando disfrutamos de la gracia del espíritu santo. Cuando esto ocurre, la felicidad y logros de otros, es también nuestra.

Avaricia

Dios siempre nos provee de todo lo que necesitamos, sin embargo, nuestra naturaleza humana, en algunos casos, nos lleva a querer más, desear más, querer acumular la mayor cantidades de bienes materiales para mostrar nuestro “poder”. Estos casos se veían con mayor frecuencia en tiempos pasados, en donde los faraones egipcios y personas “importantes” eran enterrados incluso con sus bienes para “disfrutarlos” en la otra vida.

Servimos a Dios o nos entregamos a acumular riquezas, pero ambas no pueden ser, y la única manera de liberarnos de ella, es decidir de manera sincera, quien ocupara nuestro corazón: Dios, o los bienes materiales.

La Biblia nos dice que ceder a la avaricia es rendirnos ante la tentación y convertirnos en esclavos de nuestros propios deseos.

Ira

¿Quién no ha tenido un momento de ira? La Biblia, nos permite tener el sentimiento de enojo, lo que rechaza es permitir que este se transforme en ira descontrolado y querramos “hacer justicia” por nuestras propias manos.

Cuando sentimos ira nos cegamos de toda razón, y por supuesto, no escuchamos de razones, mucho menos a Dios. Cuando sintamos que estamos perdiendo el control, respiremos profundo y pidámosle a Dios calma, o bien, que haga justicia. Dios es justo y su justicia siempre llega.

Lujuria

Aunque muchos se dejen seducir por este pecado aparentemente divino, no es más que un engaño, pues la lujuria puede llegar a hacer una de las enfermedades mortales más peligrosas y que en muchos casos pasamos desapercibida o simplemente nos rendimos ante su aparente “encanto”.

Dios nos ha dado un cuerpo perfecto, que funciona en perfecta armonía y es nuestro “templo”. El cuerpo, no es solo carne, también es pensamiento y espíritu, por tanto, no debemos entregarlo a cualquiera o ceder a nuestras pasiones.

Dios quiere que nos reservemos, cuidemos de nuestro cuerpo y le demos gracias por tan perfecta obra. Dios, nos dice a través de su palabra que todo aquel que comete inmoralidades con su cuerpo deja de ser dueño de este, pues ha cedido a ser comprado como un objeto, una cosa sin valor.

Nuestro cuerpo, solo debe ser tocado y admirado por una persona que realmente nos valore y nos ame, ¿qué quiere decir esto? Que Dios nos pide, a través del evangelio honrar y respetar a nuestro cuerpo.

Gula

Otro pecado que daña el cuerpo, y que de no controlarse, más allá de llevarnos a una muerte espiritual, puede acarrear con nuestra muerte física. Es un pecado que no implica solo “comer” o “beber” de manera exagerada o excesiva, algunos, pecan al intentar mostrar desesperadamente su valor comiendo o bebiendo en restaurantes o lugares lujosos, tal y como hacían antiguamente los reyes o personas “poderosas”.

Este tipo de conductas no es más que el resultado de grandes vacíos emocionales que deben ser llenados, y ceden a la gula como una manera sencilla de hacerlo, en vez de afrontarlo. Nada de esto agrada a los ojos de Dios, por ello, nos pide dejar de escondernos detrás de los alimentos o las bebidas en exceso, mantenernos alejado de los vicios y del libertinaje, y revestirnos de él, porque para Dios, no hay imposibles y es el único que puede llenarnos de gracia, amor y plenitud.

Pereza

Dios nos ha colmado con todas las habilidades y destrezas que requerimos para mantenernos y a nuestras familias. Nos ha dado la vida, la salud. Nos ha hecho inteligentes. Nos ha dado sueños y herramientas para alcanzarlos, entonces, ¿por qué decidimos no hacer uso de ello? ¿por qué esperar que otros nos resuelvan la vid? Dios nos invita a servirle.

Enfermedades de la vida espiritual

Las Enfermedades Espirituales es un tema que hemos venido tratando, y es de hecho, el tema principal de este artículo, por lo que no repetiremos nuevamente su concepto, sino más bien, le daremos un enfoque distinto, señalando a la tibieza y la mediocridad como principales motivos u origen de las llamadas Enfermedades Espirituales.

También, mostraremos un poco el ¿cómo podemos identificar estos dos motivos? Y así evitar ceder antes estas enfermedades que nos apartan el camino de Dios.

La tibieza espiritual

La tibieza es la tan peligrosa  para nuestra vida espiritual como un cáncer. Suele manifestarse en aquellas personas que en algún momento decidieron buscar a Dios, pero que quizás, tuvieron una circunstancia de tal impacto que se sintieron abandonados y simplemente perdieron esa pasión y amor por Dios.

La tibieza es la causa principal de las crisis religiosas que no solo se viven en iglesias, sino que también, se manifiesta en muchos de sus creyentes que se han dejado llevar por lo superficial, las nuevas culturas, la modernidad, entre otros.

Una persona “tibia” se conforma con vivir su espiritualidad de una manera más “simple”. Se conforma con “hacer el bien”, “dar” y “no matar o robar”, más no se interesa en tener una vida consagrada a Dios o a seguir su camino.

Podemos decir entonces que la tibieza se caracteriza por la devastación del espíritu ante la presencia y obras de Dios. Y es además, una especie de pérdida de conciencia, en donde está ya no reclama, exige o espera nada. Simplemente vive de manera vacía y sin experimentar emoción alguna.

Un punto importante que no podemos dejar de mencionar es que no debemos confundir la tibieza con la sequedad espiritual. La tibieza, como mencionamos nos arrebata el deseo de seguir el camino trazado por Dios, mientras que la sequedad espiritual nos permite fortalecer nuestro espíritu.

La sequedad espiritual la experimentamos cuando hacemos una pausa de Dios, es similar a una dieta detox, estamos en un proceso de purificación y limpieza de nuestra alma. En un silencio y reflexión con nosotros mismos y donde nos damos cuenta de que gris y sin sentido sería una vida sin Dios. Es una pausa para recomenzar y unirnos a él nuevamente, pero con más fuerza y una fe renovada.

Síntomas y signos

Algunas preguntas que deberíamos plantearnos son: ¿cómo podemos identificar si estamos viviendo desde la tibieza? ¿cuáles son esos síntomas o signos que me permiten saber que estoy viviendo en tibieza?

Desaliento: Esta es la primera etapa y se manifiesta debilitando nuestra pasión y amor hacia Dios.

Relajación del Espíritu: Todo lo que antes nos llenaba de ilusión ahora nos da igual. Luego, le sigue el conformismo y la oración empieza a resultarnos aburrida.

Búsqueda de la alegría en cosas más superficiales: La oración, servir a Dios, que antes nos llenaban de gozo han dejado de ser agradables y empiezan a resultarnos molestas e incómodas, y empezamos a refugiarnos en la comida, en adquirir bienes, o esas amistades que no aportan nada y solo les interesan temas superficiales.

Se cae en el activismo, la falta de generosidad y los respetos humanos: Podemos notar que la persona empieza a querer destacar no por buscar el bien ajeno, sino más bien, por obtener “reconocimiento, fama y poder”.

Huida del sacrificio: La persona busca solo caminos “fáciles” que le llevan a alcanzar al tan ahora deseado “éxito” y huye de todo esfuerzo, por más mínimo que este sea.

Aceptación deliberada del pecado venial: Empieza a hacer las cosas solo por hacerlas, pero sin reflexionar realmente sobre ello, solo desea sentir que aún es “buen cristiano”, pero en realidad, actúa con maldad y desinterés.

Su naturaleza

La naturaleza de la tibieza se opone al fervor de la caridad. Transforma nuestra vida en rutina, superficialismo, conformismo y desgano. Nada nos apasiona o emociona, todo parece simplemente carecer de sentido e importancia.

Remedios de la tibieza

Las enfermedades espirituales no son ningún juego, deben ser tratadas con toda la seriedad que requieren. Su restitución y sanación debe ser un proceso lento, no invasivo, consciente y desde una voluntad propia. De nada sirve decir con los labios que queremos sanar, cuando nuestra mente y corazón no están dispuestos a ceder o recuperarse.

Entonces, el primer paso para sanar de estas enfermedades espirituales debe ser tener la disposición de ello. Acto seguido, consultar con un profesional en el área que a través de la gracia solicitada al espíritu santo y la oración pueda ayudarle a sanar progresivamente.

El tratamiento entonces para erradicar estas enfermedades espirituales será la realización de ejercicios espirituales indicados por el profesional, los cuales, deberán estar acompañados también de una serie de actitudes, las cuales, explicaremos de manera detallada a continuación.

Actitudes Espirituales

Lo primero que debemos hacer en este punto es comentarle al profesional con lujo de detalles cual es nuestra situación actual, cómo nos sentimos, ¿estamos frustrados por algo? ¿sentimos que nuestra vida personal o espiritual pareciera estar estancada? Debemos contarle toda situación, pensamiento, sentimiento (o ausencia de estos) que tengamos en ese momento.

Por supuesto, el “médico” en cuestión, deberá ser severo con nosotros y hacernos ver la gravedad y seriedad del asunto. Como mencionamos anteriormente, las enfermedades espirituales ¡No son un juego!

Es su deber como cristiano el ayudarnos a ver de nuevo la vida poco agraciada y solitaria que estamos llevando por no tener a Dios en nuestra vida por hacer creído que se ha olvidado de nosotros, que ya no nos ama, o cualquier otro pensamiento que pueda estar consumiendo nuestra mente y conciencia.

Estar en este estado de sumergimiento, puede llevarnos a un cuadro alarmante de depresión, e incluso, a quitarnos la vida, es por ello, que no debe ser tomado a la ligera y el profesional, deberá hacer todo lo posible y solicitar a Dios que nos colme de sabiduría, destruya la coraza que arropa nuestro corazón y podamos volver a escucharle a gozar de su amor infinito, bondadoso y misericordioso.

Remedios prácticos

Más allá del remedio nuestra disposición a vivir nuevamente bajo la gracia de Dios es el paso fundamental para empezar a transitar este camino y alcanzar la sanación absoluta.

Debemos también, mostrar un arrepentimiento genuino, es decir, desde el corazón,  estar dispuesto a retomar un camino de amor, devoción, generosidad, en donde nuestra motivación no sea el reconocimiento o el sentirse que pertenece a un “grupo selecto”, sino simplemente hacer el bien por la satisfacción que esta nos trae.

Es aquí, donde debemos entonces empezar a transitar un camino doloroso, es donde comienza nuestro proceso de sanación finalmente. Debemos demostrar a nuestro Padre nuestra fidelidad  arrepentimiento y permitirnos enamorarnos nuevamente de él de a poco, un día a la vez.

Es importante no juzgarnos o sentir culpa si no podemos lograrlo en algún momento en específico. Recordemos que estamos sanando y no todos los días serán buenos o veremos avance. Lo más importante, es no perder el norte y retomar entonces el camino de Dios, ese camino maravilloso, colmado de ejemplo de vida y amor.

Las nueve enfermedades de transmisión espiritual de las que nos pueden “contagiar”

No son más que un listado de nueve enfermedades espirituales que pueden contagiarnos y finalmente llevarnos a la terrible muerte espiritual. Cada una de estas manifiesta una realidad que se vive en estos tiempos modernos, pero que debemos aprender a evitar o sanar.

Para nadie es un secreto que en la actualidad hay cantidad de grupos, religiones o “profetas” que afirman tener la verdad en sus manos. Incluso, hay grupos tan extremos que afirman pagar grandes sumas de dinero a aquellos que cometan suicidio.

Por supuesto, como todo en la vida, así como tiene cosas malas, también tiene buenas, una de ellas es que hay personas conscientes de que estos falsos profetas y grupos buscan aprovecharse de la necesidad y tibiedad de otros para posicionarse, por lo que estas personas dedican su vida a desenmascararlos.

Espiritualidad de Comida Rápida

Esta se refiere a la cultura que estamos viviendo, en donde todo debe ser ¡para ya! Y no hay tiempo para desperdiciar, debemos ser multifacéticos y obtener resultados inmediatos. Lamentablemente, el camino espiritual no puede alcanzarse ¡para ya!

La espiritualidad de Imitación

Básicamente es creer que vestir, actuar o hablar de cierta manera nos hará parecer “más espirituales”. Imitar la piel de un leopardo no hace que esta sea realmente la piel de un leopardo, ¿verdad? Bueno, lo mismo ocurre con la espiritualidad.

Motivaciones Confusas

En un intento por “llenar” nuestros vacíos espirituales empezamos a creer (aunque sabemos que es absurdo) que una vida espiritual es la respuesta para gozar de una vida libre de desafíos, en donde Dios será quien se encargue de nuestras dificultades sin tener la necesidad de mover siquiera un dedo ¡Falso!

Identificarse con las experiencias espirituales

La expresión máxima del ego, y esto nos hace sentimos “seres iluminados”. Incluso, hay personas que se hacen llamar “guías espirituales” o “maestros”.

El Ego Espiritualizado

Creemos realmente que tenemos en nuestras manos la bandera de la espiritualidad. Que hemos llegado a un punto de entender tanto de que va esta vida espíritu, que empezamos a crear nuestras propias sectas o “nuevas fe”.

La producción en masa de los maestros espirituales

El budismo es un ejemplo claro de ello. Muestran sus creencias, dioses y enseñanzas como una verdad absoluta y un camino para alcanzar la “iluminación”.

El orgullo Espiritual

Cuando alcanzamos (o al menos creemos que es así) un cierto grado de sabiduría nos empezamos a cerrar a experiencias nuevas, a conocimientos frescos y nos estancamos, aunque la persona puede percibirse como superior a otros, espiritualmente hablando.

La mente del grupo

Empezamos a seguir a grupos como una manera de sentirnos que pertenecemos a algo. Seguimos modas, creencias, tradiciones, e incluso, llegamos a compartir modos de pensar más extremos, por la necesidad de sentirnos aceptados.

El virus mortal

La enfermedad en su etapa final y donde suelen ser más peligrosas y mortales las enfermedades espirituales, pues han llegado al clímax. En esta etapa nos sentimos “dioses”. Creemos que hemos alcanzado la iluminación total, que no hay nada más que aprender.

Génesis y medicina preventiva

Aquí retomamos el tema de la tibieza. Como mencionamos anteriormente, esta aparece cuando dejamos de ser constantes y en resumidas cuentas nuestros sueños porque hemos perdido la motivación y el sentido a nuestra vida y todo lo que disfrutábamos.

Empezamos a dejarnos llevar por los vicios, los pecados capitales, las superficialidades y todo aquello que pueda (o creamos que pueda) llenar nuestras vidas nuevamente de color y emoción porque ya seguir el camino de Dios nos resulta aburrido, rutinario y solo buscamos cumplir para sentirnos “buenos cristianos”.

Perdemos claridad en todo sentido y el sentimiento es similar a cuando terminamos una relación, evidentemente, al principio sentimos furiosos o traicionados, pero luego de un tiempo que creemos haber empezado a sanar nuestras heridas y secuelas emocionales que esta ruptura nos dejó llegamos al punto de “total, ni me importaba”, “no voy a enamorarme de nuevo porque solo termina en dolor”, y nos cuestionamos el ¿para qué amar? si igual nos van a traicionar o decepcionar.

Algo muy similar ocurre con la tibieza, perdemos nuestras pasiones, nuestras ganas de descubrir el mundo, de ser mejores, servir a Dios, entramos en actitud de “bah” y todo nos da exactamente igual.

La fatiga física y la monotonía suelen ser ingredientes exquisitos para la tibieza y acorazamiento de nuestro corazón. Hay profesionales (aunque muy poco conocidos y valorados) que se encargan de acompañarnos y guiarnos en este proceso de recuperar nuestra calidez y ganas de vivir.

A través de ciertos ejercicios espirituales lograremos a través del tiempo a romper la coraza que hay en nuestro corazón y a descubrirnos nuevamente alegres, gozosos y retomando el camino y ejemplo de Dios. Empezaremos ese proceso de “enamoramiento” hacia Dios y todo empezará a cobrar sentido una vez más.

No hay camino que pueda llenarnos más de gozos como cristianos que servir a Dios, escuchar su llamado, seguirle, confiar en él y disfrutar de sus bendiciones. El amor a Dios todo lo cura, todo lo puede y todo lo espera.

No debemos dudar nunca que Dios nos ama infinitamente y con locura. Somos sus hijos amados y como nuestro padre, siempre estará dispuesto a perdonarnos, escucharnos, darnos la fortaleza y sabiduría para afrontar los problemas con inteligencia y salir victoriosos de ellos.

Dios es omnipresente y omnipotente pero su mayor poder es el amor que nos entrega a cada instante. Aunque no podamos verlo, sabemos que está allí siempre, para cuidarnos, protegernos de todo mal, perdonar nuestros pecados, llenarnos de gozo y de alegrías infinitas.

La Mediocridad Espiritual

La Mediocridad Espiritual es una actitud considerada “no cristiana”. Es de esas enfermedades espirituales peligrosas que nos arrebatan la vida. Una persona que viva desde la mediocridad es aquella que se esfuerza en conseguir nuevas maneras de deshonrar a otros, está cerrado a opiniones de otros, aunque puedan ser críticas constructivas, es totalmente incapaz de amar, y además, sufre de un alto grado de envidia.

Dios, en la Santa Biblia nos pide amarle y amar a nuestro prójimo con “toda nuestra alma”, Mc 12,29 y Mt 22, 36-40 expresan y afirman este mandato. Nuestro deber como cristianos es obedecer a nuestro padre y no hacerlo es una muestra clara de atrevimiento, desafío y rebeldía.

Nuestra esencia humana no solo se compone de un cuerpo, también incluye un alma, por lo que para nosotros como cristianos debe ser vital seguir el camino espiritual que Dios nos ha dado, escucharle, comprenderle, y amarlo con el pensamiento, es decir, con nuestra mente, de manera consciente y voluntaria.

Amarle de esta manera es además el primer mandamiento y el más importante al que debemos apegarnos de manera fiel. Dios, además así nos lo exige porque no acepta amor a medias tintas. Para Dios, es todo o nada.

También, Dios nos dice que este mandamiento no da cabida a una vida donde exista la mediocridad, pero como seres humanos, hemos fallado desde el inicio de los tiempos a tal mandato. Básicamente, Dios nos pide como cristianos no ser antipáticos, insoportables o rechazar a Dios o a cualquiera de nuestros hermanos.

Creer que amar a Dios pero no amar de corazón a nuestros hermanos es fracasar y desobedecer una vez más a su más importante mandamiento. Amar a Dios o a nuestro prójimo no debe ser un acto a medias, sino con todo el corazón, con toda nuestra fuerza y con toda nuestra alma. De manera ardiente y para nada mezquino. Y amarle también con el intelecto.

En Mt 12, 32-33 Dios nos dice de manera dura que una palabra contra otro hombre le será perdonado, pero una palabra en contra del espíritu santo no, y aclara, ni en este tiempo o en tiempos futuros además.

En los tiempos donde Jesús habitó la tierra los que vivían en mediocridad pretendían desacreditar los milagros de Jesús diciendo que estos eran obra del maligno. Obviamente, además de vivir mediocremente, pecaban por ignorancia, por no poseer madurez espiritual, de allí es donde nace el versículo de Mateo explicado en el párrafo anterior.

El más grave sacrilegio que podemos cometer contra Dios desde la mediocridad es no darle la debida importancia al “día del señor” y a las fiestas celebradas relacionadas a él, es decir, a la semana santa y los misterios que se celebran.

No se trata de crucificarlo nuevamente, más bien, es un acto de entrega nuevamente a su padre y a todos nosotros para salvarnos. Debemos celebrar y santificar estas fiestas, sobre todo el día donde se celebra su resurrección puesto que es un día de gozo y alegría.

Un cristiano mediocre es un cristiano que se ha estancado a mitad del camino que por temor o pereza decidieron no realizar más esfuerzos; La manera de honrar y glorificar a Dios es mantenernos en su camino, buscar continuar madurando a nivel espiritual y honrando a nuestros padres, tal y como no lo pide.

Síntomas

Tal vez, el mayor síntoma de la mediocridad espiritual sea el vivir una vida espiritual pero con altas dosis de superficialidad. Existe un debilitamiento de la fe, aunque sus labios continúen “predicando” la palabra. La persona solo busca auto complacerse y a diferencia de la tibieza, que se rinde y cae en el desgano absoluto, en esta, hay períodos intermitentes de inicios y pausas.

Una persona mediocre espiritualmente se deja seducir por pecados como la vanidad, la gula, la lujuria o la envidia. Esta postura sostenida de vaivén termina en la mayoría de los casos apagando completamente la llama del amor y fe en Dios. Lo que impide que esto suceda es su deseo por “no pecar”.

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