Para casi todo el mundo, la familia es un bien muy preciado, pues es la que da en cierto modo, sentido, dirección y propósito a la vida. Es por ello que en este post, nos dedicaremos a ofrecerles una descripción de las promesas que Dios ha dejado para proteger a la familia, para orientarla y bendecirla, de acuerdo con los principios cristianos.
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¿Qué son las promesas de Dios para la familia?
Normalmente una promesa se refiere al compromiso de alguien para llevar a cabo algo o dar algo.
Si la promesa viene de alguien confiable implica que tendrá poder para transformar la mente y la actitud de la persona a quien se le promete, pues ello enciende la llama de esperanza de dicha persona, que tal vez esté deprimida, temerosa o preocupada.
Ahora bien, cuando hablamos de las promesas de Dios para nuestra familia, éstas son el compromiso que Él ha adquirido para con nosotros y nuestros seres queridos.
Pero lo más grandioso y significativo es que Dios se comprometió por gracia y amor a nosotros, no lo hizo por obligación, ni porque estuviera forzado para hacerlo.
Es por ello que el Todopoderoso, quien, como sabemos, es un ser íntegro, cumple lo que promete. De allí el gran valor de sus promesas, ya que no hay nadie más confiable en todo el universo que Dios.
Por siempre, Él hizo, cumplió y cumple sus promesas con obras a través de sus palabras y ha dicho que su palabra es eterna y no puede fallar. De esta manera, creó el universo, la tierra y todo lo que hay en ella.
No en balde en la Biblia se señala explícitamente que la Palabra de Dios está sustentada en todo lo que existe gracias a Él, tal cual se expresa en Hebreos 1:3.
Como Él promovió la institución de la familia a partir de la unión del hombre y la mujer, nos dejó la promesa que sería fiel a ella, que la consagraría y fortalecería a través del amor.
Así nos lo confiesa en el Salmos 117:1,2, en el que claramente nos ofrece una gran promesa en cuanto a las familias y dice que su fidelidad es para siempre.
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¿Cuáles son?
Podemos señalar algunas de las promesas que el Santo Padre nos ha dejado plasmadas en las Sagradas Escrituras, de manera de constatar como el Santo Padre cuidó de velar por ella para siempre. Conviene revisar y leerlas consuetudinariamente de manera tal de reafirmarlas todo el tiempo. Así, tenemos las siguientes promesas.
De prosperidad
Estas promesas se refieren, no solo al área económica, sino a todas las áreas de nuestra vida, ya que la prosperidad que nos ofrece el Señor es muy amplia.
Como hijos de Dios tenemos acceso a todas las bendiciones materiales que Él ha destinado para quienes lo aman. Siempre que en un hogar se honre al Señor, habrá prosperidad.
En virtud de que fuimos redimidos por la Santa Sangre de Cristo ante Dios, volvimos a ser honestos, justos e íntegros ante sus ojos y gracias a su perdón Dios nos dice que nuestra casa tendrá abundancia de bendiciones.
Así lo leemos en la Biblia, que no es filosofía humana, sino divina, que dice que en el corazón de Dios está la recompensa para todos los rectos, justos y buenos, tal como lo indica Proverbios 14:11.
También Josué en su versículo 1:8 nos pide que, como familia, respetemos su ley y hagamos según su Palabra, pues de esta manera Él nos hace la promesa de hacernos prosperar en cada uno de los proyectos que emprendamos.
De igual manera, en Salmos 115:14 la palabra de Dios hace un llamado a que se incentive a la familia cuando dice: «¡Yahveh os acreciente a vosotros y a vuestros hijos!
Debemos, entonces, incrementar nuestra creencia en Dios, como Salvador e inculcar en nuestros hijos esa fe y confianza en el Señor, para que así sus bendiciones de prosperidad sean derramadas sobre la familia.
Por su parte, el Salmo 23 nos habla de que Dios es nuestro pastor que vela por cada uno de nosotros, miembros de una familia.
De salvación
Vemos como cada palabra de Dios involucra, de alguna manera u otra, grandes promesas para cada uno de nosotros y, por ende, para nuestro entorno familiar.
En dichos pasajes nos habla que toda la familia será salva, tanto esposos como hijos, de la muerte eterna, de la culpa, de la depresión, de las deudas, de la amargura, de la vergüenza.
En fin, de cualquier atadura que tengan, pues la familia está segura en el corazón de Dios y, aun cuando algunos miembros no crean en Jesús, Él nos promete que creerán, gracias a la oración constante que hay mantener siempre con mucha fe y obediencia.
Él, explícitamente, nos dice que:
- no hay que decaer
- hay que mantenerse enfocado en esta promesa
- hay que orar para obtenerla
- hay que confiar en Dios
- hay que dar a conocer la Palabra del Señor.
Se trata de una sencilla rutina que Dios nos pide que hagamos para recibir esta maravillosa promesa.
Así, con nuestro ejemplo, los que no conocen a Jesús, lo conocerán y lo amarán. Es importante, entonces, mantenerse con firmeza enfocado en la promesa de Dios de que nuestra familia será salva por nuestra fe.
Se pide mantenernos en oración constante, para alejar el pecado, que separa a la familia de Dios, y arrepentirse de corazón, si se ha caído en tentación, cambiar de dirección y volver al camino verdadero, que es Cristo.
Lo encontramos en Romanos 10:9, que nos indica que al confesarnos devotos al Señor y creer en Él de corazón, nos salvaremos.
También en Hechos 16:31, en donde se nos asevera que al creer en Jesucristo, seremos salvo nosotros y nuestro hogar, gracias a la Palabra del Señor que se predica en casa.
Podemos resaltar aquí el conocer y saber darle el debido valor a las promesas que nos hace Dios, como personas, como familia y como iglesia. Él nos protege de caer en pecado, ya que estamos más alerta y conscientes de las asechanzas del maligno.
Creer fielmente en Jesucristo, según el libro de los Hechos de los apóstoles, salvará a toda la familia, por lo que se recomienda a los padres cultivar en los hijos esa creencia confesando a Cristo como Señor y Salvador.
De bendición
Como recompensa por su rectitud y honestidad, Dios derrama bendiciones sobre todo hogar que lo honre a Él. La familia se ve así gratificada con toda clase de bienes, por proceder de una manera justa y acorde al mandato divino.
Al saber que Dios bendice nuestro hogar, se tiene paz en el corazón y ya no hay temor por ningún desastre, enfermedad o escasez.
Jesús nos dice que no nos mortifiquemos por las situaciones que se puedan presentar en el hogar, ya que Él siempre estará presto a enviar sus bendiciones, no importa la circunstancias por la que se esté atravesando.
Se debe confiar en esta promesa de que Dios enviará su favor y sus bendiciones a los hogares justos, porque éstos son los que:
- mantienen su fe en lo que el Señor ha dicho
- dan pasos de obediencia
- buscan agradar a Dios
- se arrepienten de corazón de sus pecados
- se acercan al Señor a buscar su guía, y
- se reconcilian con el Señor.
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De fe
Como ya es de todos sabido, la fe es la certeza y convicción que tenemos en la palabra de Dios, tal como lo dice Hechos en 11.1. Es por ello que podemos señalar con toda propiedad que la fe es confiar ciegamente que las promesas de Dios se cumplirán oportunamente.
Si tenemos esa fe arraigada en nosotros, tendremos entonces la capacidad de pedir y hacer que esa promesa se manifieste en el entorno familiar.
La fe se debe experimentar y disfrutar en todo momento de nuestras vidas, confiando en que Dios hará todo lo que se debe hacer por nosotros en el tiempo oportuno para que se sucedan las cosas según nuestros deseos.
Esto nos lo refiere Hebreos en 11:6 al resaltar la importancia de la fe para poder agradar a Dios y de que el que se acerca a Él debe creerlo con fervor. Igualmente, lo refleja Romanos en 1.17 que afirma que la justicia de Dios es revelada por la fe y que el justo vivirá gracias a ella.
Como hijos redimidos por Dios, se debe profesar dentro del seno familiar las alabanzas a Dios y conocer sus promesas de fe para poder llevar así una relación entre sus miembros apegada a los preceptos divinos.
Cristo debe ser recibido por todos en la familia, invitarlo a sus vidas y entregarse a Él, pues es fiel y verdadero, desea el bien para cada uno de los miembros.
Por ello resulta acertado conocer las promesas de vida que nos tiene predeterminadas para nuestros hogares, las cuales podemos encontrar referidas en las Sagradas Escrituras.
De salud
Como hijos de Dios, es su Voluntad que tengamos buena salud. Por ello al respecto, ha previsto desde el mismo Antiguo Testamento, preceptos en los que nos habla y nos indica como resguarda nuestra salud.
Así encontramos en varios versículos menciones sobre nuestra sanidad y sanación en los que el Santo Padre nos da sus promesas e indicaciones sobre como mantener la salud.
Por ejemplo, desde el Antiguo Testamento ya encontramos expresiones de promesas sobre salud que nos ofrece el Todopoderosos. Veamos:
- Éxodo 15:26, nos infiere a que le escuches y sigamos atentamente sus mandatos y leyes para que no caigamos en ninguna enfermedad.
- Deuteronomio 7:15. Aquí el Señor nos promete que quitará todas las dolencias
- Salmos 103:3-4, en el que nos dice que Él es quien perdona, da sanación, rescata y da favores y misericordia.
- Isaías 57:18 nos habla de la promesa de sanación, guía y consuelo a los que están de duelo.
- Jeremías en 33:6 promete que traerá medicina y sanidad y revelará tiempos de paz y verdad.
También a través del Espíritu Santo se ha hecho presente Dios con sus promesas para que la familia sea terreno en el que crezca esa semilla de amor, fe, protección y conservación de la salud y estar, así, bajo el buen resguardo del Señor.
En el Nuevo Testamento podemos leer también a:
- Santiago 5:15 que nos habla de la oración de fe que sana y del pecado que es perdonado.
- Marcos 16:18 que promete que pondrá sus manos sobre los enfermos y sanarán.
- 3 Juan 2 nos dice que la promesa de prosperidad en todo y en la salud.
- Lucas 6:19 nos habla del poder de sanación que se desprendía de Jesús.
- Lucas 9:2: cómo Jesús los envió a predicar el reino de Dios y a sanar enfermos.
¿Cómo podemos activarlas?
Ya hemos visto que las promesas que nos han sido regaladas por el Dios Padre a cada una de sus criaturas.
A través de las Sagradas Escrituras las tenemos a nuestra disposición para valernos de ellas cada vez que las necesitemos y poder llevar, así, una vida más placentera y acorde con los designios divinos.
Ahora bien, para ponerlas en acción debemos llevar a cabo los siguientes pasos:
- Llenar mente y corazón con una visión de que la promesa ya ha sido cumplida.
- Meditar en la promesa día y noche hasta que sea real en tu corazón.
- Enfocarse en la promesa y no en las circunstancias.
- Proclamar constantemente la promesa en voz alta.
- Apropiarse de la promesa.
- Actuar y hablar como si fuera la verdad.
- No dudar del poder de la promesa de Dios.
- Decidir aceptar lo que Dios dice.
- Siempre creer, hablar y actuar hasta obtener lo prometido.
- No rendirse.
- Siempre hacer la voluntad de Dios.
Cuando uno está convencido realmente del poder que tienen las promesas de Dios, y que todo se puede desatar por fe, nuestra vida se convierte en una aventura de optimismo, victoria y fe, dejando atrás esa rutina religiosa aburrida.
Dios no nos creó para vivir inmersos en circunstancias negativas. Todo lo contrario, Él estableció todas las condiciones para que viviéramos felices, sin perturbaciones. Pero fuimos tentados por el maligno y todo se contravino.
No obstante, Dios tuvo misericordia de nosotros y envió a Jesús en nuestro rescate y fuimos salvados por sus promesas de salvación, fe y bendición.
Así, cualquier circunstancia adversa que se presente es meramente un obstáculo temporal, el cual queda aniquilado por el poder de la Palabra de Dios a través de sus promesas.
La siete promesas generales de Dios
Ahora bien, existen además de las promesas señaladas siete promesas que de manera general nos dejó Dios para todos sus hijos. Éstas son:
- Mateo 28:20, cuando nos dice que estará siempre con nosotros
- Génesis 28:15, nos señala que nos protegerá
- Isaías 41:10, nos asevera que nos fortalecerá
- Oseas 2:21, nos dice que nos responderá
- Salmo 32:8, nos indica que nos guiará
- Éxodo 33:14, nos promete descanso y
- Jeremías 31:3, nos revela que siempre nos amará.
El Santo Padre nos pide, a través de lo que les inculcó a los apóstoles, guardar, respetar y divulgar estas promesas que es su Santa Palabra, para que otros también se hagan conscientes de ellas y se esfuercen por alcanzarlas y disfrutarlas.
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La importancia de la familia según los preceptos divinos
Ya sabemos que la familia es el tesoro más preciado de todo ser humano, sin importar su condición en cuanto a riquezas y bienes.
Si no tenemos una familia, se puede decir que no tenemos nada. Así nos lo hizo saber Dios en las enseñanzas que nos dejó a través de Jesús.
De allí que sea menester esmerarnos en conservar la familia, protegerla y mantenerla unida, tal como nos lo dicen las promesas de Dios.
Cuando la familia está unida, todos van en una misma dirección, todos los miembros trabajan en equipo, perseveran juntos. Ello es indicativo de que todo lo pueden alcanzar.
La unión familiar es una de las instituciones legadas por Dios a través de sus promesas en las que nos indica que se mantendrá junto a ella, fortaleciéndola.
Ahora bien, nos podemos preguntar: ¿por qué creó Dios la familia?
Pues básicamente por cuatro razones fundamentales; a saber:
- Para glorificar a Dios en la relación que se establece entre el esposo y la esposa, tal como lo expresa la 1era carta de Corintios 10:31.
- Porque representa la relación de Dios con su pueblo y la de Cristo con su iglesia, según lo señalado en Efesios 5-6.
- Para promover el plan de Dios. Eso lo vemos en Deuteronomio 6:2
- Porque es el centro principal de enseñanza de amor y fe, según Deuteronomio 6:7.
En la Biblia tenemos infinidad de ejemplos de como Él cumplió todas y cada una de las promesas que hizo en su momento, no solo promesas para proteger a la familia, sino también a los particulares.
Además, como compromiso nuestro para con el Señor, debemos hacer que nuestros hijos también crean en Dios y en sus promesas y que lo declaren de corazón a Él como Señor y único Salvador.
Se recomienda leer entre los miembros de la familia lo que en la Biblia nos ofrece el Señor para el bienestar familiar, de manera que todos estén al tanto de las promesas de Dios, y así poder profesarlo, llevarlo a la práctica y conservarlo para su divulgación a las futuras generaciones que surgirán de dicha familia.
Cuando estemos en el hogar es importante recibir a Cristo en el corazón, entregarle la vida y la de ese recinto sagrado, pues Él es auténtico y su verdad trasciende todas las generaciones.
Las promesas particulares de Dios en nuestra vida
Al descubrir a Dios y lo que puede hacer por cada uno de nosotros, nos damos cuenta de su gran poder y misericordia, ya que nos da tanto, a pesar de nuestras faltas.
Según se dice que Él ya tiene destinadas promesas para cada uno de nosotros. ¡Y es así!
Tal vez no lo hemos percibido, pero algunas ya las hemos recibido, otras no, pero vendrán. Lo más significativo e importante es que debemos aprender a reconocer esas promesas y las bendiciones que ellas nos traen. Para ello es menester mantener una actitud correcta para que se cumplan esas bendiciones.
La Biblia es nuestro manual mediante el cual nos podemos guiar y aprender como percibir, recibir y mantener esas promesas y bendiciones. No podemos perder la fe, la esperanza y la confianza en Dios por las vicisitudes diarias.
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Al sentirnos desalentados, alejamos las posibilidades de que esas promesas se cumplan y nos lleguen las bendiciones que bien nos merecemos, si hemos sido consecuentes con el Señor.
Dios nos habla a través de su Palabra, plasmada en las Sagradas Escrituras, en donde podemos encontrar tantos consejos, orientaciones y advertencias para siempre estar en el camino correcto y poder disfrutar las promesas de vida que Él ha preparado para cada uno de nosotros.
Es propicio acotar que al reconocer a Dios como Señor Único y Salvador, estamos haciendo extensiva sus bendiciones, promesas y favores también a cada miembro de la familia.
Ese reconocimiento al Señor es importante hacerlo de corazón dispuestos y convencidos de que Él es Salvador.
Son muchas las promesas que se encierran en la Palabra de Dios para cada uno de sus hijos. Solo se requiere que le reconozcamos y le demos toda nuestra confianza para que esas promesas vengan a nosotros.
Ahora bien, a partir de las promesas que Dios instauró e inculcó en su Hijo Jesús, Él, al venir a convivir con nosotros, nos legó muchas enseñanzas sobre como debía ser la familia.
Jesús y la familia
Como sabemos todos, Jesús restauró la familia y la destacó como una institución que se debía elogiar y respetar.
La pregunta que nos corresponde hacernos es como contribuir en forma particular con Dios para que se cumpla su promesa de resguardar la familia.
La respuesta la podemos obtener de la convivencia diaria en nuestro núcleo familiar:
- apoyándonos entre familiares
- ayudando al prójimo
- colaborando con nuestra iglesia en sus actividades comunitarias
- evangelizando mediante la Palabra de Dios en nuestra comunidad y
- orando y alabando a nuestro Señor en todo momento.
No obstante, hay algunos aspectos básicos que Jesús nos transmitió sobre la familia. Veamos que nos dice al respecto Él a través de Jesús en la Biblia:
- En Génesis 1:27-28 claramente Jesús nos dice que Dios creó al hombre y a la mujer para que sean fructíferos y se multipliquen, de manera que llenen y dominen la tierra.
- En Génesis 2:24 Dios nos habla del matrimonio como base creadora de la familia, por lo que tiene prioridad y vivir de acuerdo con los mandatos de Dios.
- En Deuteronomio 6:6-7 se hace referencia a la vida espiritual de la familia, en la que se debe hablar a los hijos todo el tiempo de las palabras de Dios.
- Según este versículo, hay que enseñarles a ellos los mandatos de Dios como inspiración y bendición.
- En la 1era carta de Crónicas 16:28-29 se destaca que cuando en la familia se alaba juntos al Señor, se crea un vínculo de paz, gozo y bienestar entre ellos, profundizando su relación familiar, pues reciben la bendición directa de Dios.
- En el Salmo 127:3 nos señala que los hijos constituyen parte de esa bendición que Él nos concede, por lo que hay que amarlos, educarlos y hacerlos partícipes de las cosas buenas que Dios nos ha dado.
- En Proverbios 6:20 se nos recalca la importancia de la obediencia de los hijos para con los padres, enseñándoles los mandamientos de Dios. A través de ellos, los hijos aprenden a reconocer la sabiduría que se desprende de los mandatos de los padres y la bendición que de ellos se obtiene.
- En Marcos 3:25 Dios nos destaca la importancia de mantener la unidad familiar, ya que una familia dividida no puede mantenerse en pie. Es esencial, entonces, pasar tiempo de calidad juntos, tanto en casa como en la calle.
- Se recomienda salir de paseo y compartir, hacer deporte, efectuar actividades comunitarias juntas, asistir a la iglesia y orar juntos para glorificar a Dios y mantener la paz y la armonía.
- En la 1era carta de Timoteo 5:8 se nos hace saber la importancia de cuidar y proveer a cada uno de los miembros de la familia.
- Se debe estar alerta de las necesidades y dificultades que pudiera tener la persona de manera de ayudarla y orientarla.
- Es primordial brindarle amor, fe y consejo para que supere la situación, tal como Dios nos dio socorro cuando envió a su Hijo Jesús a morir en nuestro lugar.
- En la 1era de Juan 4:16, Dios nos quiere dejar en claro su amor y por ello Él permanece en nosotros, siempre presto a auxiliarnos.
- Cada miembro de la familia debe, por lo tanto, estar dispuesto a pedir perdón y perdonar, a confiar en la bondad y el amor a nuestros semejantes, tal como de Él y su Hijo lo hace con nosotros.
- En Proverbios 4:1-2 nos habla de la instrucciones y correcciones que debemos hacerle a nuestros hijos, para que no se aparten del buen camino.
- Es relevante, entonces, tomar tiempo para hablar con los hijos y enseñarles a tomar buenas decisiones, dándoles las debidas explicaciones.
- En el Salmo 128:1-4 encontramos que debemos temer al Señor, ya que eso nos deparará gozo, prosperidad y tendremos un hogar feliz pleno de bendiciones del Señor.
- No obstante, hemos de aclarar que temer a Dios no significa que le tengamos miedo. Más bien, significa tenerle el debido respeto por ser el Creador, es darle la reverencia que se merece como nuestro Señor y Salvador y honrarlo por todo lo que representa para nosotros como criaturas de Él.
- El Señor nos concede bendiciones por el temor que le tengamos y por obedecer sus mandatos. Tenemos, por ejemplo, bendiciones de:
- descendencia, con hijos criados según las enseñanzas de Jesús
- disfrute y abundancia de bienes prioritarios
- familia sustentada en el amor y en armonía
- ingresos gracias a un salario digno producto de trabajo acorde con nuestras habilidades y conocimientos.
- Temer al Señor es darle la reverencia y el respeto que él merece. Dios valora y premia que reconozcamos su señorío y sabiduría sobre nosotros y que vivamos dentro de su voluntad.
- En Proverbios 17:6, se nos presenta la importancia que tienen todos y cada uno de los miembros de la familia, por lo que en este versículo se nos habla de apreciar el aporte que cada uno tiene que dar.
- Como sabemos, para que una familia esté bien consolidada se debe hacer el reconocimiento a cada uno de sus miembros; a saber: padre, madre, hijos, nietos, abuelos, primos o tíos.
- Todos son valiosos por lo que son, por sus esfuerzos y por lo que brindan como seres humanos piadosos, que ayudan en los momentos de enfermedad o necesidad.
- Los hijos, por su parte, deben aprender a escuchar lo que los padres les inculcan, y así saber que hacer para crecer como mejores seres humanos.
- En Proverbios 22:6 se nos habla de que la enseñanza que los padres deben dar a sus hijos para no se aparten del camino correcto.
- Por ello deben instruir en la verdad de la Palabra de Dios, en el amor a Jesús y en los preceptos divinos, con lo cual tendrán una sólida base espiritual.
- Ese aprendizaje que los niños adquieren de sus padres y de las enseñanzas de Dios les servirá hoy y para toda la vida.
- Se requieren, entonces, que los padres se responsabilicen de esa enseñanzas para con sus hijos y los instruyan en el camino del Señor.
Como hijos de Dios, debemos creer y confiar en sus promesas. Ellas se nos dará de acuerdo con su Voluntad. Se requiere, por tanto, mantenernos fieles a su Palabra, pues no hay nada imposible para Él.
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Debemos estar siempre diligentes cuando debamos actuar conforme a esas promesas, pues Él dará cumplimiento a ellas. Dios no miente y, aun cuando seamos infieles, Él seguirá siendo fiel para con nosotros.