Las personas en situaciones difíciles buscan esperanzas en el ser Supremo una solución para sus problemas. En este post hablaremos sobre la oración de fe que permite abrir los corazones y dar la paz y el sosiego que se necesita. Presentaremos algunos ejemplos y señalaremos algunos detalles de interés sobre esta oración y sobre la fe.
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La oración de fe
La acelerada realidad que vivimos actualmente nos hace pasar por circunstancias en las que nos sentimos decaídos, decepcionados y desesperanzados. Nos encontramos perdidos y sin aliento y sin incentivo alguno para continuar luchando.
No obstante, es en esos precisos momentos cuando más se debe pedir y confiar en Dios para que nos aliente y no desfallezcamos.
Debemos acercarnos a Dios, así como a su Hijo Jesús y a la Santísima Madre Virgen María, quienes nos llenarán nuevamente de esperanza, a través del Espíritu Santo.
Nos debemos alimentar de la fe para continuar en el camino que Dios nos ha trazado con optimismo.
Ahora bien, ¿qué es la fe?
- En términos religiosos, es una de las tres virtudes teologales de la doctrina cristiana, que consiste en creer en la Palabra de Dios y en la Iglesia.
- Es también, en un concepto más generalizado, la creencia y esperanza que tiene cada persona sobre la presencia de un ser superior, por el cual se sigue un conjunto de principios religiosos y normas de comportamiento social e individual, que regulan los aspectos esenciales de su vida.
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De allí podemos deducir, entonces que una oración de fe es pedir a Dios o a un ser supremo que conceda un favor, según las promesas que como ente superior dio basados en los principios establecidos de esa creencia.
En la fe cristiana esa promesa se sustenta en la confianza en el Santo Padre, quien nos alienta a pedirle, pues Él lo concederá.
Es por ello que debemos simplemente confiar y tener fe en Dios Padre, tal como nos lo corrobora el libro de Hechos en 11:1, cuando nos habla de que la fe proviene de la certeza de algo que se espera que llegue, teniendo la convicción de que así será, aun cuando no se ve.
Debemos fortalecer la fe, esa maravillosa virtud que el Santísimo nos ha regalado para que vivamos siempre con optimismo, con nuevos bríos y no perdamos el rumbo.
Para ello podemos valernos de las siguientes oraciones de fe, que pueden ser fuente de inspiración para el necesitado de afianzar su fe.
Ejemplos de oración de fe
Esperamos que los siguientes ejemplos sirvan a aquellas personas que están en la búsqueda de palabras más apropiadas y sinceras para dirigirse a Dios, según su necesidad.
Oración 1 – Fortalecer la fe
¡Oh Amado Padre!
Acudo a ti en este momento de incertidumbre y confusión.
Señor, ayúdame a ser un creyente tuyo más consciente y dedicado. Dame las herramientas propicias para que me dé cuenta de mis debilidades y limitaciones y aprenda a mejorar.
Oriéntame, Santísimo Señor, para fortalecer mi fe, para seguir tus pasos y poder llegar a tu casa Celestial, siendo la persona honesta, humilde y servidora de tus preceptos que tú quieres que sea.
Sé que Tú, en tu infinita misericordia, puedes orientarme en lo que es debido hacer para complacerte. Soy débil y me dejo tentar por las malas intenciones del demonio, que acecha en todos los sitios que acostumbro frecuentar por mis obligaciones como ciudadano.
¡Auxilíame, mi Señor, no permitas que me desvíe de tus Santas Palabras y evitar, Amado Padre, que transite por el camino errado de la perdición!
Fortalece mi carácter y mis principios para ser lo suficientemente valiente y no me hunda ante las inevitables dificultades de la vida.
Quiero ser tan humilde como tu Hijo Jesucristo para poder llevar mi cruz cada día y que pueda llegar a descubrir que sin ti nunca seré capaz de hacerlo.
Cúbreme con tu Santo Manto de Bendiciones para que cuando me lleguen las pruebas en las que debo hacer prevalecer tu Palabra ante las tentaciones del maligno, puede responder debidamente según tu voluntad.
Sé que son pruebas que me envías, no castigo, sino como una oportunidad para poderte demostrar mi amor a ti. Tú me conoces y sé que no importa las palabras con las que me dirijo a ti, sino la actitud de mi corazón.
¡Oh Padre Amado! Quiero ser consecuente con la fe que profeso y sé que con Tu Santa Guía lo lograré, pues Tú iluminas mi camino.
Seré un mejor cristiano y, por ende, una mejor persona más comprensiva con los demás, más humana y amable. Así podré ser mejor siervo de ti y así dar paz y alegría en medio de los que me rodean.
¡Gracias! Sabes que te necesito, toma el control de mi vida. Abro la puerta de mi corazón para que me socorras y te recibo como mi Señor y Salvador.
Amén.
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Oración 2 – Por mi casa y mi familia
Señor, con humildad te ofrezco mi casa y mi familia para que mores perennemente en ella y nos permitas seguir conduciéndonos según tus preceptos divinos.
Somos personas humildes y honestas, que siempre han hallado en ti la paz y el auxilio cada vez que lo hemos necesitado.
Hoy me presento ante ti para que acudas a mi casa y sigas fortaleciendo la fe que en ella te profesamos y nos ayudes a alejar el maligno de nuestro hogar.
¡Oh Señor Jesús atiende mi llamado de protección! Tú sabes que los seres demoníacos están siempre al acecho para captar y tratar desviarnos del camino de Dios.
Te pido, por ello, la Protección Divina para mi familia, en especial por mis tres hijos adolescentes, que están aún en fase de formación de su carácter y fácilmente pueden ser presa de las malas influencias.
Imploro a ti, a tu infinita bondad, que los conduzcas por el camino del bien, que los aconsejes y no los desampares en ningún momento, son débiles y necesitan de tu sabia palabra y aliento. ¡Haz que siempre te adoren y te sigan!
Ruego y espero con fervor que la luz de tu Santa Palabra los envuelva en tu Divina Claridad e ilumine sus pasos. Haz que ellos siempre pronuncien palabras e himnos de alabanza y gratitud por las bendiciones que derramas sobre ellos.
Haz que mis hijos aprendan en este mi humilde hogar a conocerte y andar por tus caminos, para tu Gloria.
También acudo a ti, para que en tu inmensa grandeza, nos fortalezcas como padres para poder así dar el mejor ejemplo a nuestros hijos e inculcarles valores morales de honestidad y respeto y sobre todo principios religiosos que tú nos dejaste, cuando estuviste con nosotros, en cuanto a como actuar para ser buen cristiano.
Conoces mi familia y sabes que siempre estás en nuestros corazones, en cada momento de la rutina diaria y en especial cuando oramos juntos.
También te pido, siempre Amado Señor Jesús, nos proveas de los recursos económicos y de salud para subsistir y satisfacer nuestras necesidades básicas tanto de mis hijos, como de mi amada esposa, ferviente devota de la Santa Madre de Dios y de mis padres, consagrados al Santísimo y Todopoderoso Señor Dios.
Bendice, Señor, mi casa, que es un recinto consagrado a ti. Permite, oh Señor, que la llama del amor familiar a ti permanezca siempre encendida cada día.
Permite que quienes entren a los umbrales de esta casa sientan que es la morada del Señor Dios, casa de paz, amor y fervor a Cristo Jesús. Haz que el amor crezca siempre, que no mengüe entre nosotros y produzca los frutos divinos que tu y tu Santo Padre esperan.
Que bajo este techo solo se pronuncien palabras de fe y amor y se levante la voz solo para dar bendiciones y hablar bien de los que acuden a nuestro hogar, en el que siempre reciban amistad, cariño y consuelo.
¡Oh siempre Amado Jesús! Bendice la salud de cada uno de nosotros, la casa, nuestros bienes, nuestro sustento y cada uno de los proyectos que emprendemos. ¡Haz que prosperen para Gloria de Dios!
Qué siempre podamos hacer en ella nuestras oraciones diariamente a tu trono de gracia, en las que imploramos tu apoyo y sostén que necesitamos.
Queremos ser testimonio del inmenso amor que nos tienes, por el cual te agradecemos infinitamente, Amado Jesús.
Esta es una oración de fe, en la que, aunque te pido cosas materiales, te ruego principalmente nos reafirmes nuestra fe a ti, a tu padre celestial y a la santísima siempre virgen María.
Esa es la prioridad de mi rezo hoy hacia a ti, porque al tener firme nuestra fe en Dios, todo lo demás lo tenemos ganado y garantizado.
¡Agradecido y consagrado eternamente a ti, mi gran Señor!
Amén.
Oración 3 – Agradecimiento
¡Santo Padre, aquí estoy ante ti!
Pero en esta oportunidad, no lo hago para pedirte algo. Lo hago porque estoy contento, por las bendiciones que derramas sobre mi y por ello hoy quiero agradecerte.
En principio, quiero agradecerte porque tú me amas, y con ello me basta para seguirte y procurar que todos los que se interrelacionan conmigo también lo hagan.
Eres grande y maravilloso, mi bien Amado Señor, por todos los bienes que nos concedes cada vez que con humildad y fervorosamente te pedimos.
Estoy contento y agradecido, Dios mío, estás presente en mi vida, en cada una de actividades, en mi hogar, en mi trabajo, en la calle, en cada momento que te imploro porque te necesito y acudes en mi auxilio.
Quiero agradecerte por simplemente iluminar mi vida con tu presencia bendita en mi morada. Te agradezco, infinitamente, porque eres mi fuerza en esos momentos de desfallecimientos de mi alma.
También quiero agradecerte, mi Santo Dios, por ser mi consuelo cuando hay angustias de mi corazón. Me reconfortas de mis pesares y haces que me llene nuevamente de júbilo por vivir y seguir siendo Hijo tuyo.
Eres tan especial conmigo, eres mi riqueza en mi pobreza. Me quitas las penurias y llenas de alegría mi ser. Me has dado la oportunidad de poder servirte a ti, Dios mío y también he podido servir a mi familia.
La he podido proveer de todo lo indispensable, satisfaciendo sus necesidades debidamente, todo gracias a tu divina intercesión para que me llegaran los ingresos que requería.
Estoy contento y agradecido de que seas mi soporte incondicional en los momentos de dificultad, pero también en los de alegría.
Te agradezco, Santo Dios, porque Tú eres mi Padre, mi hermano, mi amigo, mi salvador, el acompañante fiel en mi corazón, porque tú eres mi todo.
También quiero expresarte a través de esta oración de fe tu presencia, Dios mío. Eterno es agradecimiento por tu bondad, justicia, sosiego, verdad y por ser el agua para mi alma sedienta.
¡Oh mi buen Maestro! Te doy gracias por siempre por haberme hecho conocer a personas de corazones nobles y buenos, con las que he podido, no solo compartir momentos de júbilo y bienestar, sino también actividades en las que ayudamos a los más necesitados y les procuramos lo básico para que puedan subsistir el día.
Todas estas personas de buen corazón son mis hermanos en Dios, porque gracias a tu intercesión, a tus palabras y enseñanzas, hemos podido congeniar y lograr efectuar obras para beneplácito de muchos, pero sobre todo para tu Gloria.
Igualmente estoy agradecido y feliz por haberme permitido gozar de todas las maravillas que has creado, la naturaleza en todas sus expresiones y los seres humanos de buenas intenciones, que he conocido a lo largo de mi vida.
Gracias, Señor, por todo lo que me has dado y por todo lo que tengo. Eres grande, magnánimo y poderoso.
¡Señor, Tú siempre me acompañas y guías en todo momento, porque eres mi único Salvador y por eso hoy quise alabarte y adorarte!
Amén.
¿Cómo hacerla?
Ya hemos visto que la oración es hablar con Dios. No obstante, podemos decir que hay muchos tipos distintos de “conversaciones” que podemos establecer con Dios mediante las oraciones de fe. Así se dice que hay una oración de fe:
- Para pedir salvación
- Para solicitar un favor específico
- Para fortalecer la fe
- Para alejar las malas influencias
- Para agradecer.
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No obstante, se puede decir que hay una oración de fe de otro tipo. Es la que se ha llamado fe especial. Esa es la fe que en la 1era carta de Corintios 12:9 se llama la gran fe. Se dice que ésta es uno de los dones espirituales.
Ahora bien, de acuerdo con Smith Wigglesworth, evangelista británico que influyó en la historia temprana del Pentecostalismo, esta fe se puede decir que es como sobrenatural y que a menudo se verá que si se da un paso de fe, usando su propia fe, que es la que tiene como cristiano, cuando ésta se le acabe, se activará esa fe sobrenatural.
Según Wigglesworth, la razón por la que no le sucede eso a muchas personas, es debido a que no usan primero lo que ya tienen por naturaleza.
Particularidades
Veamos algunas de las particularidades de la fe:
- La fe nos ayuda en todo momento. En los distintos encuentros y nuestras relaciones con familiares, amigos y laborales.
- Es fuente de confianza.
- Espiritualmente es como nacer de nuevo conscientes del don otorgado por Dios
- Nos transforma, pues, nos hace más reflexivos, confiados, compasivos y misericordiosos.
- Cambia nuestro carácter, pues siendo el fruto que recibimos del Espíritu Santo, tal como lo dice Gálatas en 5:22-23, nos da: alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
- Estamos más dispuestos a servir a:
-
- La palabra del Señor
- Nuestros hermanos
- Nosotros mismos, haciéndonos más dignos ante Dios.
La fe se sustenta en tres pilares fundamentales; a saber:
- La Palabra de Dios, plasmada en cada una de sus enseñanzas a través de los profetas y en las promesas que nos dejó Dios, como por ejemplo: que estará siempre con nosotros, que nos dará la vida eterna y que nos amará siempre.
- La Obra de Jesús, que nos legó en su prédica, en sus mensajes, en sus milagros, en su entrega en la cruz para cargar con nuestros pecados.
- El testimonio del Espíritu Santo. Gracias a su presencia en cada uno de nosotros, podemos tener la certeza de que Dios vive y está pendiente de nosotros.
A través del Espíritu Santo, actuamos según la voluntad del Padre, profesamos la fe y Él nos hace sentir que nos ama como un verdadero padre . Ello es un testimonio de la fe.
Así nos lo expresa Romanos 8:-16 cuando dice: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios”.
¿Cómo llevar una vida de fe?
Para una llevar una vida de fe solo se requiere guiarse por algunos pasos que a continuación presentamos y que podrían servir de base para ofrecer oraciones de fe y llevarlas a las personas para que abran su corazón y también se entreguen al Señor.
- Confiar en las promesas de Dios.
- Confesar públicamente nuestra fe en Cristo.
- Invocar al Espíritu Santo en todo momento.
- Permitir el Espíritu Santo llene y controle nuestras vidas.
- Obedecer los preceptos que Cristo nos enseñó.
- Leer la Biblia, recibir y practicar sus enseñanzas.
- Asistir a la Iglesia cristiana consuetudinariamente.
- Dar testimonios a otros de nuestra fe en Cristo.
- Establecer una vida de oración disciplinada.
- Apartarse del pecado.
Como ya hemos visto, la oración de fe es aquella que proviene del corazón con humildad, honestidad y respeto a Dios. Con ella podemos establecer una relación personal con Dios, sin intermediarios, en la que el único mediador es Jesús.
Es un encuentro personal con Dios, conectado a su misericordia para agradarlo, tal como lo expresa Hebreos en 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”
Voluntad de Dios
Como hijos de Dios estamos conscientes de que todo se debe hacer según su Santa Voluntad y esto es porque Él sabe lo que es bueno para nosotros y lo que nos conviene.
Ahora bien, lo anterior implica que al hacer la oración de fe, estamos orando según la voluntad de Dios. No se está pidiendo conceder favores que solo nos benefician en forma egoísta, sino favores que de alguna manera ayudaran a otros.
Él concederá los favores pedidos porque sabe que serán de beneficio para nosotros y para el entorno que nos rodea, en el que normalmente interactuamos.
Por ello, al elevar la oración de fe, debemos estar al tanto de que Dios está recibiéndola para beneplácito particular y de nuestros semejantes, según su Voluntad.
Debemos, entonces, tener fe para saber que Dios quiere y hará su voluntad y que, con seguridad, será para nuestro bien, por nuestra salud, prosperidad y la salvación de nuestra alma para que se manifieste tanto en la tierra como en el cielo, tal como lo reza el Padre Nuestro.
Y al final, será para su Gloria, porque de eso se trata de agradarlo cuando las personas acuden a Él en oración sentida, sincera y sencilla, con la certeza de que Él las está escuchando y, por ende, las contestará.
Cuando se dice que se haga la Voluntad del Señor, no se debe tomar a mal, pensando que todo se debe hacer tal como Él quiere, como a Él le agrada.
No se debe pensar de esa manera, ya que al hacerse la Voluntad de Dios es la misma voluntad nuestra y va a ser para nuestro beneficio, pues Él quiere nuestro bien, nuestro bienestar, nuestra prosperidad, simplemente porque somos sus hijos.
En definitiva, su Voluntad es nuestra Voluntad, porque de ella nos vemos beneficiados y nos sentimos atraídos más a Dios, sobre todo cuando sé es testigo de que Dios oye y responde.
Por eso nos lo reafirmó en Juan 10:10 cuando dijo que Jesús había venido para que tuviéramos vida y en abundancia. Debemos, por ello, tener la certeza y convicción de que la voluntad de Dios es la nuestra y que cuando oremos, lo hagamos con la confianza y la debida fe que responderá en consecuencia.
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Es el deseo, pues, de Nuestro Padre Celestial, que cultivemos la fe, la fortalezcamos y nos aferremos a ella en momentos de flaquezas. Ella nos ayudará, nos dará la fortalezas que requerimos y nos levantará, si es que hemos caído.
En estas situaciones de debilidad, en las que sentimos desanimados, resulta conveniente orar en grupo, con hermanos de la fe, que nos apoyen en nuestro sentir y nos ayuden con sus peticiones por nosotros.
Sabemos que al hacer la oración de fe, el Espíritu Santo se presentará y glorificará a Jesús dando así testimonio de que la oración ha sido escuchada.
El Señor quiere que sepamos que nos ha oído y por ello se manifiesta en nosotros a través del Espíritu Santo, quien con una sutil señal nos hará saber que está presente en nombre de Dios.
Tenemos que darle gracias y alabarle por responder, y eso nos ayudará mucho cuando oremos.
Abrir nuestro corazón a Dios
Son muchos los dones que nuestro Señor nos ha concedido a través de la historia cristiana. A veces no nos percatamos de ello, bien sea:
- Porque el trajín de la vida diaria nos envuelve en su rebullicio y no nos permite percibir esos dones.
- Porque somos muy descuidados y aunque los percibimos no le damos la debida importancia y nos volvemos insensibles a ellos.
- Porque, aunque estamos pendientes de las cosas de Dios, aún no agudizamos nuestros sentidos para recibir esas señales y dones que Él nos manda a través del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Cuando hacemos nuestra oración de fe, el Señor, al percibir nuestra sinceridad y devoción, de alguna manera nos hace llegar una señal de que nos ha escuchado, que ya está al tanto de nuestras palabras, de nuestra petición.
Lo importante es saber recibir esa señal, para lo cual debemos cultivar ese don de saber “escuchar” la Palabra del Señor.
Sus señales son muy sutiles, extrañas, a veces contrarias a lo que estamos pidiéndole o contándole en nuestra oración de fe.
Debemos saber entender y recibir esos mensajes, pues su forma de comunicarse es variada y distinta a lo que esperamos.
Al respecto, la Biblia juega un importantísimo papel, ya que al leerla de forma regular, nos “empapamos” de la forma de hablar de Dios, podemos, así, comenzar a comprender sus mensajes y a detectar lo que nos está transmitiendo con tal o cual acción.
Asimismo, para escuchar a Dios, es imprescindible que abramos nuestro corazón a Él, que lo sintamos dentro de nosotros, para poder percatarnos en forma más sensible de lo que está transmitiendo.
Pidámosle a Dios, a Cristo y al Espíritu Santo nos conceda abrir nuestro corazón a Dios, que nos permita agudizar ese don que nos ha regalado de saber captar y recibir sus señales.
Así también pidámosle que nos permita poder tener y cultivar la habilidad de abrir, mediante la oración de fe, el corazón de nuestros semejantes para que también puedan recibir ellos a la Santísima Trinidad en su corazón.
Es de mucha relevancia mantener nuestro corazón siempre abierto al Santo Padre y siempre prestos a recibir su Santa Palabra, porque, de lo contrario, nuestra vida va a ser un simple transcurrir de una serie de circunstancias rutinarias que van pasando día tras día, sin ningún aliciente de crecimiento espiritual.
Del mismo modo, es esencial que entendamos que todos los días de nuestra vida son un don que Dios nos ha dado para que los vivamos según sus preceptos, los disfrutemos y que cada cosa que hagamos, la haremos para Gloria de Él y para beneficio nuestro y de los demás, con los cuales compartimos nuestro diario vivir.
El don de Dios de poder percibir sus mensajes y señales, requiere, de parte nuestra, fuerza espiritual y una fe fervorosa para poder reconocerlo y hacernos conscientes de que efectivamente lo estamos percibiendo.
En consecuencia, le estaremos permitiendo al Espíritu Santo que habite en nuestro corazón, para que “oigamos” al Señor. Este es un don por el cual tenemos que estar agradecidos.
Igualmente, entre los dones que Dios nos regala está el don de ayudar abrir también el corazón de los demás y se conecten con Él.
Como sabemos, Dios es quien decide las cualidades de los hombres y mujeres que trabajarán en su Iglesia. Ellos tienen la misión de ayudar a los demás a caminar, a orar, a estar con Dios y a encontrarse más profundamente con Cristo.
Nos toca, a los que recibimos ese don, apoyar con nuestra palabra y ejemplo en la labor divina de acercar los corazones de las personas descarriadas a Dios.
Por supuesto, eso amerita, por parte de quienes ya tenemos conciencia de ese don de abrir corazones para Dios, una preparación y dedicación, pues ello conlleva una responsabilidad. Así, debemos:
- Prepararnos en la lectura y conocimiento de las Santas Escrituras
- Esforzarnos en saber como comunicarnos y llegar al corazón de nuestro prójimo
- Estar siempre dispuesto para el que solicita auxilio, el que no entiende, el que está desvalido.
Es vital tener plena conciencia de lo que tenemos y ser conscientes de que no estamos solos en esto, pues Dios está junto a nosotros, ya que es posible que convivamos con el don de Dios y no reconocerlo.
Cuenta las Sagradas Escrituras que ese fue el caso que sucedió con Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, quienes llevaban tiempo compartiendo con Jesús, no habían captado el don de Dios, que se les había concedido.
Y nos dice la Biblia que fue tanto su desconocimiento sobre ese don que, a pesar de que ya sabían de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, que llegaron, acompañados de su Santa Madre, y le dijeron a Jesús: “Queremos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Eso fue justamente en el momento cuando Jesús les hablaba a todos ellos que, siendo sus discípulos, debían mostrar actitud de renuncia, entrega, sacrificio, redención.
Pero, por el contrario, Santiago y Juan estaban pidiendo para ellos honores y distinciones.
Eso resulta bastante misterioso y notorio, que ellos viviendo con Cristo, conviviendo con el don de Dios, sin embargo, no lo reconocían.
Es posible que para muchos de nosotros, seamos como los hijos de Zebedeo, que tenemos el don de Dios más grande y no lo reconozcamos.
Roguemos a Dios nos permita abrir nuestro corazón al don de Él.